viernes, 23 de diciembre de 2011

Medianoche entre extraños - Capítulo 10º


Me he adelantado al día de Navidad, pero aquí tenías aquel capítulo que os prometí hará meses o años ya xD 
No sé si os parecerá un buen capítulo o no, pero yo creo que tiene su cosa también ;) y bueno sólo desearos una feliz Navidad  y próspero año nuevo. :3 ¡Espero que os guste!








Medianoche 10º - Última despedida

Habría pasado toda la mañana durmiendo si no  hubiera sido por el timbre que indicaba la hora del descanso.  Y es que después de horas discutiendo conmigo misma, no me encontraba de humor como para despertarme temprano, y menos de ir a clase.
Seguía cansada de la tarde de ayer, de mi tía, de Tom, de Bill. Ellos me agotaban hasta cuando no les tenía delante.  Su presencia, su forma de reírse en mi cara; Bill simplemente era algo que nunca podré entender. Y en cuanto a Tom, de éste ni hablamos.
En mi último día me encontraba más estresada que en cualquier mañana de exámenes y exposiciones orales. Todo mí alrededor me producía nostalgia y cada vez que miraba la cama desecha de Robbie sólo pensaba en no volver a verles nunca más. ¡Pero qué coño digo! Si lo único que he hecho aquí es sufrir como una perra. Vivir intranquila día y noche y suspender más exámenes que jamás en la vida. Ni si quiera aquellos que consideraba amigos podían serlo.
Tras vestirme con la ropa con la que abandonaría el instituto y tomar mi desayuno sola, regresé a la habitación en la que no pude evitar ponerme nerviosa. Y entonces, en un intento por encontrar algo de paz anduve lentamente hacia la ventana para poder darle un poco de luz a aquella oscura estancia. El paisaje blanco me iluminó en aquel estado de amargura, haciéndome sentir un poco mejor de lo que estaba. ¿En serios echaría de menos algo aparte de las vistas?  Seguramente añoraría a Georg y Jannette. Pero de seguro a quien no olvidaría de ningún modo sería a Bill, nada de su imponente figura  podría ser olvidado, y menos de sus acciones que se mantendrían imborrables en mi memoria aunque llegase a olvidar su rostro algún día.
      Me dediqué a mirar por la ventana durante un largo momento hasta que mi embelesamiento acabó con el sonido de la puerta, haciéndome girar sobresaltada en la dirección en la que aquellos dos castos golpes habían sonado. 
Me acerqué con temor, pero a la vez inquietud por saber quién sería el que llamaba. La imagen de un Tom encolerizado me paralizó al posar los dedos en la manilla. Sin embargo, pensar en él delante de mi puerta advirtiendo de su llega antes de hacerlo sin más era estúpido. Si él quería yo ya estaría muerta.
Jannette apareció ante mi puerta y con una sonrisa apagada me saludó entrando después a mi habitación. Se sentó en el borde de mi cama mientras observaba mi lado de la habitación listo para ser abandonado.
Sus ojos se encontraron con los míos y admiré la tristeza que la invadía en aquel momento.
– ¿Qué vas a hacer ahora?  –, preguntó mientras yo cerraba la maleta que había estado haciendo desde el momento en que me separé de la cama.
– Supongo que volveré a mi antiguo instituto  –, contesté –. Volveré a quedar con mis “amigas”, a pasear por el pueblo y a ver películas en el ordenador los fines de semana junto a la chimenea.
En definitiva, aquellas sencillas cosas que pude haberlas cumplido aquí y nunca fui capaz de realizarlas con normalidad.
– Eso está bien. Los de aquí no hemos hecho más que incordiarte –, balbuceó.
– Tú no has hecho nada, ¿de qué te preocupas entonces? –, hablé metiendo mi pequeño  portátil rojo en su funda . ¡No me mires con esa cara! Vosotros dos no tenéis nada que ver en esto.  Y ahora ayúdame a terminar de cerrar la maleta, no entiendo cómo ha engordado tanto.
Ambas reímos, desintoxicando aquel ambiente tan cargado de angustia. Y tras cerrar la maleta después de varios intentos fallidos, ambas tomamos la decisión de salir de la residencia.
Ella había querido que saliésemos fuera a disfrutar de un día nevado y frío de diciembre, pero una vez salir  la nieve no tardó en empezar a caer sobre nosotras, decidiendo volver dentro a sentarnos en la zona común de la residencia. Aquel salón que rara vez pisé, se encontraba envuelto en una atmosfera acogedora, donde la chimenea encendida junto al olor a chocolate caliente, me hizo sentir bien. Era agradable estar ahí junto a ella, a pesar de estar acompañada por dos compañeras chismosas que farfullaban por lo bajo a cerca de no sé qué  cosa.
Tomé asiento junto a ella en uno de los sofás libre y me quedé mirando la mesilla de madera, adornada con velas aromáticas.
Aquel ambiente tan relajado me hizo recordar que  el final había llegado antes de lo que había esperado.  No pude aguantar más de tres meses,  pero es que ni ellos me dejaron intentarlo. Y hasta el día de hoy no tengo claro si su índole les hace comportarse así o simplemente fue algo que les surgió al verme a mí. La cuestión aún flotaba en el aire; ¿ha sido mi intrusión o su forma de ser la que les ha llevado a esto?   Si no lo he averiguado ya, significa que no hay respuesta y tras hoy mi estancia en Wilmington High sería un sueño borroso de la noche anterior.
– ¿Qué harás esta Navidad? –, pregunté para romper el silencio, al mismo tiempo que las dos muchachas huían de nuestra presencia por la puerta que hacía minutos cerré.  
Volví mi cabeza hacía ella y la observé esperando su respuesta, sin embargo ella agachó la cabeza.
–  ¿Jannette? –, pregunté con algo de preocupación. Ella dirigió su vista hacia mí, acomodándose en el sillón de al lado, tras quitar un cojín magullado y viejo.
– Volveré a Newfane –. Anunció con un deje de pena en su voz –. Con Georg. Papá y mamá vendrán el 22 para llevarnos.
Contuve la respiración al escucharla y aunque notaba que me estaba quedando si aire no me atrevía a hacer el más mínimo movimiento hasta poder interpretar de una forma correcta sus palabras.
Tomé aire costosamente, al mismo tiempo que retiraba la mirada de su cabellera marrón rojiza pretendiendo asimilar su revelación.
– Sois hermanos –, farfullé con temor a su reacción.
– Hermanastros –, concluyó. Solté aire costosamente a la vez que rebuscaba las palabras ideales para calmar aquel momento. Antes de que pudiera decir nada, ella levantó la cabeza haciéndome comprender que no necesitaba unas palabras sino un abrazo. Y sentándome a su lado la arropé entre mis brazos mientras ella me recibía temblorosa. No podía decir nada, no quería que mi torpeza al hablar la entristeciera aún más. Y es que ella debía de tener un autentico lío de sentimientos. Emociones que yo era incapaz de comprender, como el amor.  Ese afecto que sentiría por Georg y ahora se había tornado en algo lleno de complicaciones.
– Aún le quiero –, contestó con la voz sumergida en lágrimas. Se separó de mí violentamente y secándose las lágrimas con el dorso de la mano, fingió una sonrisa para calmarme.
– Lo siento –, dijo aún sonriendo falsamente –. Hoy es tu último día y yo no debería estar llorándote.
– Mo me gusta verte así.
Agachó la cabeza y comenzó a jugar con el cojín, mientras yo la observaba esperando que me dijese algo.
–  Me gustan las cosas complicadas –, susurró. No era el momento para preguntar el porqué de su ruptura, y aunque tenía demasiadas ganas de preguntarle me abstuve al saber que podía hacerle daño. – Necesito un pañuelo –, rió nerviosamente. A la vez que se levantaba del sillón, volviendo a sacarse en las mangas de su cardigán negro. 
No la seguí para saber si estaba bien, tal vez quería estar sola  en aquel momento o tal vez no. La verdad es que sentía impotente ante aquella situación, quería ayudarle de alguna manera pero no sabía ni la mitad de la historia y al igual que decir algo podía sentarle de fábula, podía hacer que entristeciera aún más por mis palabras.
Escuché la puerta abrirse, e instintivamente mi vista se posó en la persona que pensaba que sería Jannette con los ojos enrojecidos, pero  su cabello dorado y su media sonrisa encantadora me hicieron mostrarle mi máxima cara de idiota al encontrarle ahí, haciendo  cuestionarme los pelos mal peinado que tanta pereza me había dado esta mañana arreglar.  
– Andreas –, musité –. ¿Qué haces aquí?
El sonrió con amabilidad y yo me derretí ante aquella bonita mirada que conseguía alejarme de la realidad en la que vivíamos para viajar a un mundo mucho menos sangriento y más digno de aquel sentimiento llamado amor.
– Jannette me dijo que estarías aquí. Así que he venido a despedirme –, dijo apoyándose en el marco de la puerta. La noticia se había difundido demasiado rápido, si él lo sabía era porque alguien se lo habría contado, e intentar buscar un conector era una locura.
Por un momento aquella cara de niño bueno me hizo sentir una horrible nostalgia que se aferró a mi garganta como una pinza. Me sentía arropada en su tierna mirada y casi pudo convencerme de que le echaría de menos.
Se situó en medio de la moqueta oscura que cubría el suelo, y contempló la chimenea hipnotizado mientras yo cerraba la puerta con nervios.
– ¿No tendrías que estar en clase? –, pregunté aterrada por el tono amenazador que salió de entre mis labios con casi violencia.
– No –, respondió relajado –, no me pierdo nada en las últimas dos horas.  
Dejé la conversación en el aire, mientras mi mente vagaba por sus dorados mechones. El sonido amortiguado de sus zapatos me distrajo de sus cabellos y le vi ante mí con expresión triste.
– Bueno –, comenzó –, no tengo nada más que decirte. Espero que tengas mejor suerte fuera de aquí.
Su voz se convertía en un eco a medida que se alejaba de mi lado. Él sabía algo que yo no.
– ¿Por qué dices eso? –, pregunté. Él me miró ya casi fuera de la estancia.
 Todo  había sido tan efímero que la idea de verle cerca de mí se había transformado en una imagen borrosa y amorfa de lo que fue.
– Kaulitz –, respondió desvelando con una sola palabra un rastro de resentimiento. A la vez que me estremecía completamente.
– ¿Es que todo el mundo sabe lo que hubo con esos dos? –, hablé demostrando mi indignación. Mirándole fijamente ardiendo de rabia por todo lo ocurrido y por como un tonto orgullo que surgió en base de no destrozar mi apariencias pudo acabar de tan mala manera.
Andreas bufó y mirándome de una forma que no supe interpretar contestó:
– ¿Qué esperabas de un montón de adolescentes alejados de la civilización?
Dejé de mirarle volviendo a sentarme en el sofá, sin ni quiera asombrarme de su respuesta. Mi relación con ellos debía de ser como una especie de culebrón de la tarde contra el aburrimiento. ¡Malditos todos!
– ¿Y ya está? –, me quejé –.Es decir, que todos lo sabían y nadie ha hecho nada.
No debía actuar así, estaba esperando demasiado de ellos, cuando no me debían nada. En aquel momento me arrepentí de haber  dicho lo último, y más ante él. No podía ocultarme a mí misma que él realmente me atraía, no parecía un monstruo como aquellos dos, él simplemente me hacía salir de la verdad, para ocultarme entre mentiras.
– Olvida lo que he dicho –, contesté –. Ha sido una gilipollez.
Andreas bufó nuevamente, y entonces escuché como se acercaba a mí.
Yo me había quedado mirando fijamente la chimenea, intentando apartar de mí aquellos pensamientos que me acusaban de haber hecho el ridículo.
–  Lo siento, pero no soportaba ver como esos idiotas te dejaban seca.
Me quedé paralizada observándole, mirando como su expresión adusta volvía a cobrar vida en su rostro y luego pude razonar por fin sus palabras.
– Fuiste tú, ¿verdad? Moore nunca dijo nada.
– ¿¡Él lo sabía!? –, dijo sorprendido.
– Eso da igual, ¿por qué se lo dijiste a Wanda? Yo no quería que ella… –, me callé en el momento en el que sus labios hicieron un ademán de moverse para hablar.
– ¿Y qué prefieres  entonces?, ¿morir en el baño de un instituto desangrada? o ¿llevarte una bronca?
Suspiré agobiada, recordando el momento en el que sus colmillos rompían mi piel con violencia y sus ansias de sangre me mataban lentamente a la vez que el temor se iba apoderando de aquel espacio que surgía a cada sorbo de sangre.
 – Tú –, suspiré agotada –, me harás salir viva de aquí.
Dejé de arañar mi mano, cosa que empecé a hacer como muestra de nervios, y le miré tímidamente al observar que el también me estaba mirando.
– Me hubiera gustado conocerte mejor –, confesó. Yo asentí a sus palabras. Cuanto me habría gustado a mí haberle conocido en otras circunstancias, aunque no sé si en ese mundo paralelo podría haber aceptado que él fuese un hombre lobo. Era curioso, tal vez me gustaba por imaginar que podía haber un lado bueno en este mundo fantasmal que acababa de descubrir. Aunque en el fondo creía que él tenía algo de por sí que me cautivaba a pesar de todo.
– A mí también –, contesté. Un extraño sentimiento se apoderó de mí y tal vez fue la calma del momento o el saber que no nos volveríamos a ver, lo que hizo que me acercase a él lentamente para saborear sus labios por única y última vez. En aquel instante antes de que nos uniéramos vi su media sonrisa dibujarse en sus labios, la cual se borró del  todo cuando cerré los ojos, y sentí sus labios posarse sobre los míos con casi cuidado. Me alejé de él medio milímetro y volví a saborearlos atrapando su labio inferior entre los míos.
Él se apartó de mi lado sin decir palabra, y entonces un extraño sentimiento de melancolía empezó a invadirme a medida que le veía alejarse de mí. Era el final, sería la última vez que le vería probablemente en la vida, y a pesar de saber que nunca llegaríamos a nada más que tonteos, me costaba deshacerme de él. Entonces la puerta sustituyó su figura y comprendí que las palabras no siempre solucionan las cosas, a veces las acciones son mejor.


Me despedí de Jannette, quien no había dudado en atacar la pequeña nevera de la cocina en el tiempo que Andreas estuvo conmigo. Y tras achucharla por última vez, Wanda vino puntualmente a ayudarme a bajar las maletas. El descenso se me había hecho corto, y sentir que el momento de irse era ahora me agobiaba a la vez que me aliviaba saber que no tendría que encontrar nunca más a Tom y Bill. Me detuve al final de las escaleras para intentar coger mejor la caja que llevaba, y entonces Georg apareció con cara de cachorrito para, como era obvio, despedirse de mí con un abrazo de oso.
Dejé la caja de cartón en el suelo, sin preocuparme mucho por mi tía, quien bajaba mi maleta con pinta de resignación. Me tiré en sus brazos desesperada. Había llegado a creer que  me marcharía sin decirle adiós. Pero ahora que puedo despedirme de quien fue un amigo me sentía en parte mal por tener que irme.
– Te echaré de menos –, me susurró. La sonrisa se borró de mi rostro. Odio los finales y más cuando todo no era únicamente negro.
– Y yo a ti –, musité tristemente. Jodidos finales. ¿¡Por qué todo tiene que terminar!?
Me alejé de él queriendo también apartar de mí mis sentimientos. Cómo si fuera tan fácil alejarlos.
Cogí la pesada caja del suelo y anduve rápidamente intentando alcanzarla.
El Wolfvaguen azul cobalto de ella nos esperaba detrás de la verja metálica que anunciaba que ya nos encontrábamos fuera de la escuela. Y andando a paso decidido salí a la carretera mal asfaltada de Merril Drive.
Dejé la caja en el maletero, y sentí por primera vez la necesidad de mirar la escuela desde fuera sabiendo que aquello no era un simple colegio privado. Una oleada de pensamientos pasaron por mi mente a la vez que su mirada rojiza me conmovía con la angustia de abandonarle ahí. Pero la pena no podía existir en aquel lugar en donde si no tienes miedo la cordura te abandonaría.

3 comentarios:

  1. Ha sido un buen cap. ¿pero realmente se irá? ¿Bill y Tom no harán nada? Espero la continuación ^^

    Un beso,

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  2. ¿Ya está? ¿Asi sin más ni más se va?

    ¡Pero si será loca! ¡¿Qué va a pasar?!

    Muy bueno!

    Sube pronto!


    S.K

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  3. oww qe despedida entre Andreas y ella....tan nostalgica :')
    despues de todo de cierta manera le duele alejarse de alli...
    Por favor No la dejes inconclusa, continualaaa,
    desearia saber como Tom y Bill tomaron esta noticia, lo raro es acaso no se piensan despedidar :O wow eso me sorpende, en fiiin ella no se puede ir asi digo, ahora qué seguira??

    En serio no la dejes inconclusaaaa, la historia es muy interesante y me cautivo...

    Hasta el prox capitulo (tengo esperanza:)

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