miércoles, 17 de agosto de 2011

Medianoche entre extraños - Capítulo 7º

He aquí el capítulo séptimo, no tan largo como el anterior, pero tampoco dejará a nadie mal. Hubo una parte que me costó decidir si añadirla o no, me parecía algo extraña al verla ahí, pero finalmente introduje aquello con la esperanza de darle un toque menos serio a la historia. 
Espero que disfruten y como siempre espero sus opiniones, por no decir que espero tener muchos comentarios.  :3




Medianoche 7º Maldito Tom



Medianoche 7º Maldito Tom



El frío ya se hacía notar aquella mañana de finales de noviembre, haciéndome vestir más que nunca con chaquetas.  Me aflojé la bufanda para rascarme cómodamente el cuello, el cual no había parado de picarme buscando su calma desde  aquel 31 de octubre, día que nunca olvidaré pero aún deseo poder olvidar. Volví a apretar mi bufanda esperando que nadie los viese, y puesto ya, que desapareciesen de una vez de mi garganta, debido a aquel picor semejante al de la varicela, que en vez de ronchas, unos pequeños círculos se habían formado a ambos lados y esto era algo que no se podía enseñar a la ligera, procurándome un calor sofocante en clase cuando el calor llega a una temperatura en la cual la bufanda sobra.  

Me alegró verles observarme desde la puerta de la otra residencia y me saludaron con la mano mientras yo daba unos pasos en su encuentro. Me detuve ante la fuente y  sentada en uno de los bancos de piedra que la acompañaban, les esperé pacientemente. Pero alguien se había adelantado, él apareció por mi izquierda, sabiendo que en aquel momento podía pillarme desprevenida sin la presencia de Georg y Jannette.  En la última  semana de noviembre Gustav había insistido más que nunca en hablarme, en coincidir conmigo para darme esa “explicación” sobre aquella noche, sin embargo no hay explicación que valga cuando vez  tanta muerte en un sólo lugar.   La policía llevaba desde entonces buscando al culpable, creen que semejante matanza ha sido obra de los propietarios de dicha vivienda, y ojala supieran la verdad.  Muchos de los asistentes fueron llevados a comisaría, y lo único que hago es rezar para que  no me interroguen, ya que eso significaría que Wanda se enterase de todo y una vez más volveríamos a estar en el filo de la expulsión y algo muchísimo peor.   
Me levanté de banco e intenté huir de él quien no tardó en acorralarme entre la piedra desgastada de la fuente y su cuerpo.  Mirarle era una locura, no podía verle sin sentirlo todo otra vez, sin evitar que la decepción me dominase combinada con la imagen de sus cadáveres.

 Déjame pasar –, musité retrocediendo. Su cuerpo no ondeó indeciso como la mayoría de las veces y quieto con decisión volvió a repetirme esas palabras que tanto habían salido de su boca en cada encuentro fortuito.
– Tengo que explicártelo –, habló. En su voz había valor cosa que me hizo encontrarme más incomoda y preocupada. Quise retroceder un paso más,  encontrándome con el murillo de no más de medio metro, y mis piernas perdieron el equilibrio haciéndome casi caer en el agua hasta que sus manos lo evitaron. Aproveché para apartarme. Y no sé como mis pies se pusieron en marcha porque el contacto de sus manos calientes me sobrecogió. 
–  Selene –, me llamó. Su cuerpo se colocó ante mí  deteniéndome, agarrando mí barbilla con una delicadeza especial, me obligó a mirarle. No pude hacerlo y mis ojos volaron hacia la derecha intentando ver a Georg o Jannette. Sus manos eran demasiado cálidas, no era un calor normal, quemaban y me hacía daño, era como si hubiesen colocado en mi cara un pañuelo de tela candente y me estuviesen acariciando con eso.  No me soltaría hasta que no aceptase, porque ya todo estaba dicho y ya había repetido incansablemente un no a sus súplicas. Acepté en el momento en el cual no pude seguir evitando su mirada, y al ver sus ojos resplandecer alegres por volver a dirigirle una mirada directa a la suya, me ablandé como un pan en el agua y acordé en un susurro imperceptible un “ya hablaremos”.  
Después de la marcha del chico, me percaté de la ausencia de mis amigos, los cuales habían desaparecido y los alumnos ya habían empezado a apoderarse del patio. Observé mi reloj con desesperación y decidí que era el momento de marchar dentro al ver que faltaba poco y aún necesitaba mis libros. Les vi pasear por el pasillo, y pensando que tendrían sus buenas razones me dirigí a mi taquilla para ir rápidamente a clase.
 La mesa más cercana me esperaba, sabiendo que la sustituta, la Sra. Brown, me atendería a cualquier duda sin ese constante temor a amenazas, pero sabía que algún día él tendría que volver, no obstante no me arrepentía, porque iba a verme  al contemplar panorámicamente toda la clase.  Moore entró con una notable cojera en la pierna derecha y temblé al recordar a Bill alardear de sus hazañas de chico malo. Y dejando su maletín en la mesa me dirigió una adusta mirada que llegó a hacer latir mi corazón vertiginosamente. Comencé a coger aire y a soltarlo disimuladamente, intentando parecer tranquila pero no pude conseguirlo, verle ahí tan cerca de mí después de tanto tiempo me hizo retroceder al pasado, como si aún estuviese en septiembre y todo lo vivido tuviera que repetirse.  Supe que querría mi decisión ese día y sentí como un dolor en el pecho surgía lentamente y en segundos pasó de ser un leve malestar a un preocupante dolor. Apoyé la cabeza en el pupitre mientras la tabla periódica era escrita en la pizarra causándome dolor de cabeza por el chirriar de la tiza sobre ésta. Escuché mi apellido en sus labios y le miré asustada, escucharle de nuevo me puso extremadamente nerviosa, pero a la vez consiguió irritarme su tono de voz arrogante.   En aquel momento pensé en aceptar su propuesta, ¿qué me impedía no decírselo? Mi relación con Bill nunca ha ido bien, desde el primer día fue mal y a cada encuentro fue empeorando, de hecho en estos momentos Bill me ignoraba: era como un viejo recuerdo en su mente, la clase de recuerdo que sólo sacas al ver a esa persona para luego dejar de mirarla y olvidarte por completo de ella,  así es nuestro nuevo trato, únicamente se atreve a mirarme en los pasillo y las tres horas de artístico. Mientras tanto Tom me trataba como si fuese parte del mobiliario escolar, ni cuando parece verme reacciona. Pero no se trata de Tom, él simplemente es un bicho asquerosamente repulsivo, (nunca más que su hermano), pero si tuviese que crucificar a uno de los dos, sería a Bill. Recuerdo como si me lo acabase de decir: “yo no miento, sólo digo medias verdades” y el bello de mis brazos se erizaba repentinamente.  Tal vez aquello resultó ser la mejor parte de la noche, puesto que no puedo pensar en él si que mi mente vague y acabe siempre en el mismo lugar: en sus labios impregnados en mi esencia.– No me encuentro bien –, contesté –. ¿Puedo ir a la enfermería?
Hizo un gesto con sus labios y no supe porqué vi algo en él diferente, no era la cojera, no sus marcadas arrugas que le hacían parecer tan mayor. ¿Acaso se había hecho algo en el pelo? Observé con detenimiento su  aspecto y no conseguía dar con el cambio que le veía.
– Parece que te has puesto mala con sólo verme –, respondió él.  Aparenté estar más enferma de lo que estaba, sin saber cómo tomarme lo dicho por mi profesor. 
– Ande Señorita Russell a la enfermería, ya hablaremos usted y yo cuando acabe la clase –, dijo él. Mi cuerpo se detuvo por completo, era incapaz de mover un solo músculo y el calor abrazador de la furia que me producía la frustración al no saber cómo podía burlar una vez más al profesor, me hizo desear huir y perderme en el bosque o encerrarme durante un tiempo en mi habitación. Y era en aquellos momentos cuando echaba de menos vivir junto a mi hermano.  Me levanté temblorosa, más molesta por el estado adormilado de mi cerebro que por otra cosa, y anduve lentamente hasta la puerta. 
– El colgante Russell –, habló él haciéndome girar extrañada –, no se olvide de él. 
Le dirigí una mirada de no entender nada, porque justamente hoy había decidido pasar de los accesorios. Y menos teniendo que ocultar las marcas de mi cuello como para querer lucir algo. Y salí de la clase con el bolso en la mano en dirección a… alguna parte, dejando de lado lo qué dijera mi profesor sobre ropa y complementos.  Bajé en ascensor hasta la planta baja, y mirando a la secretaria hablar por teléfono tomé asiento en un banco tras ella. Casualmente el mismo banco donde tuve la revelación por parte de mis amigos. Quienes creo que me han tomado por un caso perdido y han decidido dejarme vagar en mis constantes meteduras de pata y líos provocados por mi orgullo. Observé los carteles del rectángulo de corcho, haciéndome verlos flotar en mi mente como ella hizo y la sensación de déjà bu se hizo más fuerte. Y decidí hacer una visita a la enfermera dado que en aquel momento el dolor de cabeza empezaba a hacerse molesto y comprendí que debía conseguir algo contra éste cuanto antes. 

    Cuando salí de la enfermería ya era tarde y  el timbre del recreo había traído consigo a un profesor cojo,  y únicamente pude maldecir a aquellos dos hombres lobo que les dio por liarse a piñas justo antes de mi llegada. El señor Moore hizo un gesto con la mano a modo de llamamiento, y toda posibilidad por ocultarme entre los alumnos murió en aquel instante.  – Selene –, habló. Y se reveló ante mí ese cambio, aquel algo que me había llamado la atención. ¡Sonreía! Aquel hombre, tan serio y metódico se había vuelto alegre.  Mi rostro se volvió tan nítido como el agua y reflejé mi preocupación al verle. Su mirada adquirió una seriedad que me hizo prepararme para lo que se avecinaba –. Tenía ganas de hablar contigo. Habrás notado mi ausencia estas últimas semanas y cómo sabrás aún tenemos una conversación pendiente.  – Sí –, hablé con la imagen de Bill admirarme con rabia al saber que sería expulsado por mi culpa, y no supe si era miedo o pena lo que me invadía al sabe que tendría que marcharse por mí culpa –, no sé si podré… –. Comencé a decirle,  pero callé al interrumpirme con un gesto con la mano. – No lo hagamos más difícil, me da igual lo que tengas con los Kaulitz. Tú me das lo que quiero  y fingimos que nunca ha pasado nada.  Atónita observé al profesor saludar despreocupadamente a mi tutora de literatura, y petrificada, como si mi cuerpo se háyase flotando en una corriente recopilé sus palabras. Iba más adelantado que nosotros, él ganaría y sólo podía rendirme a sus pies procurando no perder toda mi dignidad en el camino. – ¿Y qué quiere? –, pregunté. Se rió de mí, burlándose en mi cara de algo que debería saber.  – Selene, por favor. Dale vueltas a tu cabecita –, respondió dándole un énfasis especial al diminutivo de cabeza –. No puedes olvidarte de aquella noche tan fácilmente, y menos cuando probablemente haya sido la peor de tu vida.  Le miré temblando, y con la voz en un hilo contenté un “no”, el cual se podía haber confundido con sonido del viento. No podía ser la misma noche, no lograba entender cómo sabía  lo sucedido en Halloween. – ¿De qué está hablando? –. Pregunté. Él resopló soneramente. Para ese entonces la gente no transitaba el pasillo y sólo quedábamos él y yo a un metro de la puerta que nos separaba de la enfermera dándole los últimos puntos a alguno de aquellos dos brutos.  –  Era de noche –, comenzó, y mi piel se erizó como si la hubiese acariciado un pedazo de hielo –. Estabais en un embarcadero, sí el del lago. Todo era una broma y tuvo que tocarle a ella que desde un principio se negó, pero participó por ser eso, una broma sin importancia.  Rememoré aquel día, y mi corazón se relajó hasta el momento en que tocó el tema de Ariza. Me perdí unos instantes, y esperé a que continuase para ponerlo todo en su sitio, pero si algo me había quedado claro era el vínculo que mantenía el señor Moore y ella. –  No os habrías llevado bien este curso, pero no tenías porqué hacerle algo así, tan excesivo. Hay cosas que simplemente un humano no puede llegar a tocar porque sabe que eso puede llegar a costarle caro.   – No entiendo a qué se refiere –, añadí totalmente perdida.  – Realmente tienes mucha suerte, como si un ángel protector velara por ti.  O tal vez uno o dos vampiros.  – Déjese de tanta tontería y dígame qué quiere –, contesté.  – ¡Tienes algo que no te pertenece! –, habló. Mi mente fue rápida, y sentí un leve mareo al recordar tanto en tan poco tiempo, sólo tuve que recordar el embarcadero para ver la imagen borrosa de aquella joya en mi mano mohosa y temblé al escuchárselo decir a aquel hombre como si se tratase de un objeto valioso.  –  Me está gritando sólo por un collar –, hablé sorprendida.  – Esta noche, a las doce en el embarcadero. No querrás saber el “y si no”. Se alejó de mí y me desplomé como un saco de piedras en el suelo, llevé las manos a la cabeza cómo si aquel gesto fuese a impedir que siguiera doliendo.  Y pensando en dónde habría parado aquel objeto hiperventilé incontrolablemente al saber de la alianza de aquellos dos y a quien tendría que suplicarle para su fin.  Apoyé mi espalda en la pared  e intenté tranquilizarme sabiendo lo largo que se haría este día.




Robbie se ofreció a hacer de guía por el bosque, sabía que yo sola no conseguiría llegar y le pedí ayuda a él sin dudar sabiendo lo extraños que estaban Georg y Jannette últimamente. Tras aquel día, ninguno de los tres seguimos actuando con normalidad, empezando por mí, pero ellos se veían algo tímidos, y no me atrevía a preguntar qué había hecho que cambiasen de actitud. Tuve varias teorías, pero no quería formular una conclusión sin saber la verdad y me arrepentía de no haberles preguntado antes de irme debido a lo de esta mañana, eso sólo se merecía una respuesta. 

  Me deslicé con su ayuda por la ventana entreabierta de la residencia, apoyando mis manos sobre el suelo azulejado pudiendo entrar sin mucha dificultad, pero sabía que el leve ruido de mi cuerpo al caer era suficiente para alertarles a todos y debía ser rápida buscándolo. 
– ¿Estás segura de esto? –, musitó el chico con cara de sueño. Yo asentí, pero por dentro quería llevarle conmigo en mi visita a la casa del terror, y despidiéndome de él cerré la ventana para ponerme a indagar primeramente por el baño. No esperaba encontrar mi pantalón mohoso y apestoso en algún rincón con la joya en el bolsillo delantero, pero tampoco podía rendirme. Mi ropa se quedó aquí, y yo aún guardaba aquellas prendas negras esperando ser devueltas a su dueño, sin embargo después de todo lo que ocurrió no me sentía con ánimos de volver y menos por algo así. 
Miré bajo los lavamanos, que hasta desde aquella perspectiva se veían inmaculados; examiné sin esperanza en los cubículos vacíos de  los laterales izquierdos y derechos a los lavamanos, y por último en las duchas tras la pared que separaba el baño del vestuario, por último miré en los bancos de madera lacada confundiendo una toalla con mis pitillos oscuros, y decidí ir a la lavandería donde a lo mejor podían haber llegado.  Posé mis manos en la puerta y me decepcionó saber que primero tendría que buscar esta zona y abriendo la puerta con delicadeza, inspeccioné con la mirada aquel corto corredor vacio. Dejé la puerta entreabierta y miré mí alrededor con aquella angustia producida por Bill, quien podía salir en cualquiera momento y descubrirme. Me giré pensando en sus ojos observándome desde atrás y su risa arrogante resonó en mi mente como si fuese real. A mis espaldas no había nadie, pero durante unos segundos sentí que era cierto y eso me aterró, él me asustaba más de lo que pensaba y llegar al punto de verle cuando no estaba era símbolo de cómo me hacía daño aún no estando presente.   
El recibidor se encontraba desierto, y me pregunté cómo podían ser tan silenciosos hasta en su propia casa, no era solo silencio, era también esa necesidad de ocultarse hasta de su especie lo que volvía a aflorar en mi conciencia una comparación entre la residencia IV y la la de los hombre lobo y vampiros. 
Vagué por el recibidor creyendo  que estaba completamente sola y  no supe adónde ir,  mi plano general de la casa era muy impreciso y no se me ocurría dónde localizar el sótano salvo la cocina. Rendida fui hacia allí pensando en una buena escusa para estar en esta residencia, sabiendo de sobra que alguien estaría tras la puerta doble.  La abrí despreocupadamente, sin aquella finura  con la cual había andado por la casa, una vez más fallé admirando una cocina vacía, y me sorprendió ver un lugar tan visitado como la cocina completamente vacío.  Sentí la tentación de iluminar aquella habitación y verla en su esplendor  y aproximándome a la venta descorrí las cortinas dándole luz a aquel comedor. No me impresionó encontrar  el  mobiliario en tonos oscuro, pero esperaba encontrar algo más aparte de cuatro neveras blancas cuyo contenido intuía a la perfección, provocando que el bello de mi nuca se erizase repentinamente.  Escuché la puerta abrirse haciéndome correr las ventanas, por temor  a lo que el sol pudiese hacerles. El semblante de Tom se mantuvo igual de adusto, pero su cuerpo se detuvo como esperando algo en medio de la habitación. Él fue hacia la nevera e  intentando huir de la escena que se mostraría ante mí, fijé mi vista en las motas de polvo suspendidas en el aire las cuales eran iluminadas por  la luz del hueco de la ventana. Comprendí que a él no le importaba qué hacía ahí, y por una vez su indolencia jugaría a mi favor. Exploré rápidamente la habitación. No había ninguna puerta salvo la que me condujo aquí y decidí salir de la cocina. 
– ¿Buscas algo? –, preguntó tras beber un breve trago. El olor a sangre me daba asco, era tan empalagoso que hasta me inducía a las nauseas, e intenté no respirar por la nariz. 
– No te importa –, contesté. Tom bebió nuevamente y me dirigió una de sus miradas serias e indescifrables. Me giré andando calmadamente hacia la puerta. Él no me siguió, no hizo nada por detenerme ni si quiera contestó mis palabras y anduve hacia el salón dejando la puerta cerrada tras mí. Aunque Tom no fuese a hacer nada me había visto y eso significaba un testigo por lo que pudiese pasar a continuación, no sabía a qué tendría que enfrentarme en aquella casa, pero entre menos personas me vieran sería mejor para mí. Al abrir la puerta encontré cinco personas dentro, acomodadas en los sofás de cuero oscuro leyendo o simplemente charlando en voz baja,  cerré al instante y caminé hacia atrás con la vista sobre la superficie de madera. 
– ¿Necesitas ayuda? –, preguntó él quien aún tomaba de su vaso de vidrio aquel líquido que tanto asco me daba. 
– No –, contesté. Cuando hablaba mucho no me respondía,  y cuando hablaba poco era cuando le daba por querer conversación; me gustaría saber qué le ocurrió para comprender porqué se comportaba así. 
– Necesitas ayuda –, dijo en un tono poco amigable, sonando amenazador. Le negué enérgicamente antes de  verle más cerca, pero él siguió andando haciéndome vacilar. 
– No, no –, le dije. Se detuvo ante mí y  lo preguntó como si pudiese llegar a leerme el pensamiento. 
– Tienes algo que yo no tengo –, murmuré. Y él se giró rápidamente –. Lo dejé aquí hace tiempo y ahora quiero recuperarlo. 
No supe exactamente por qué lo dije de aquella manera, pero seguí adelante. Tom no cambió de expresión, ni si quiera se movió sólo me observaba desde los primeros peldaños.
– Habla con Bill –, respondió. Me quedé sin palabras, no supe si sabía realmente de qué le hablaba o si simplemente pretendía librarse de mí enviándome a su hermano. De todos modos, quise intentarlo por última vez. 
– ¿Él tiene el colgante? –, pregunté acercándome a su posición. Tom se encogió de hombros y siguió andando. Odiaba esa facilidad que tenía para pasar de mí y hacerme sentir como basura. 
– Sé que sabes de qué te hablo –, levanté la voz para que me escuchase y el repitió sus últimas palabras. Me quedé en el primer escalón, sabiendo lo que pasaría si me encontraba con Bill, no podía evitarlo, por mucho odio que sintiese hacia él, seguí teniendo unos bonitos labios y eso me devolvía al pasado sin previo aviso. ¡Te odio Bill Kaulitz! Entré en el salón y con una sonrisa amable que no ocultaba mi ira pregunté por él con asco, y una vampiresa de gafas bonitas y aparatos me contestó con vergüenza. Me encaminé a la quinta planta lo más rápido que pude, pero a la segunda mi paso se hizo lento hasta detenerme en un rellano a recuperar aire. La quinta planta era sin duda alguna oscura, más de lo esperado, con los pasillos más estrechos y viejos, haciéndome imaginar a un Bill en una pequeña y pestilente habitación. La habitación A del extremo derecho del pasillo era la suya y aunque me detuve a tocar, la furia que se apoderó de mi cuerpo en aquel momento no me lo permitió y me lancé a por la manilla la cual cediendo fácilmente y dejándome entrar. 
– ¡Gilipollas! –, grité. La cara de sorpresa de Bill fue suprema quien desde su escritorio en el lado derecho de la habitación a medio metro de la puerta me observaba atentamente. Eché un vistazo rápido por la habitación, había aceptado, la habitación era diminuta, pero el olor que me inundó al entrar no era el hedor de la humedad, era el olor a él maldita sea.
– ¡¿Qué haces aquí!? –, preguntó cerrando la pantalla de su portátil –, ¿dónde demonios te enseñaron modales? 
Sabía por qué lo decía, irrumpir así fue muy incorrecto por mi parte, pero recordar todo lo sucedido no sacó tristeza esta vez, hoy me encontraba terriblemente enfadada. 
– ¿Dónde tienes el colgante? –, pregunté. Bill se quedó mudo y con cara de incertidumbre durante un instante pero continuó con su regañina.
– ¿Y si llego a estar desnudo? –, continuó. La vergüenza volvió roja mis mejillas, pero aquel sentimiento se consumió dejándome con el odio. 
– ¡Oh Dios mío un pene! Lo dices como si fuese algo sorprendente el hecho de verte desnudo…  De todos modos tienes pinta de tenerla pequeña –, solté. No sé porqué dije aquello, y creo que por la expresión de sorpresa e indignación en su rostro lo que vendría después iba a ser algo malo. Tragué saliva nerviosa, ya no estaba en estado de asombro, su cara mostraba furor. 
– ¿Con qué cara vienes tú a mi habitación para hablar del tamaño de mi…?
– ¡Cállate! –, dije intentando pasar por alto mi gran metedura de pata para pasar a lo que había venido buscando –. El collar, necesito el colgante que me dejé aquí aquel día, aquel maldito día en el que hicimos el trato. 
Bill se mantuvo serio y pensativo mirando el suelo, y cuando se dignó a mirarme su rostro siguió adusto.
– No sé donde está –, contestó. Solté aire y salí de su habitación dando un fuerte portazo tras mí.  Tomé aire a bocanadas intentando recuperarme, sin creerme cómo podía haber dicho aquello con tal descaro. Conseguí cambiar de tema, sin embargo aquellas palabras tan groseras y tan propias de mi lado descerebrado quien de vez en cuando le da por hablar sin pensar me había hecho quedar realmente mal.   Me enrojecí por lo absurdo de la situación, y caminé hacia las escaleras esperando tranquilizarme. Por la tercera planta fue cuando reflexioné; no tenía lo que el Sr. Moore buscaba, y si ya él podía hacerme mucho daño Ariza se ocuparía de dejarme físicamente peor.   
En el descansillo de la segunda planta vi los ojos Tom observarme y caí en la tentación de dirigirle una mirada. 
– Puedo ayudarte –, contestó haciéndome detener ante él perpleja –, sé cómo conseguir el colgante de Ariza.  
Le miré sonriente, con la alegría que sentiría un niño al ver su bicicleta esperada ante él. Y quise abrazarle, no llegué a hacerlo, su rostro seguía igual de severo, pero la alegría me hizo querer dar saltitos por intuir lo que aquello conllevaba. 
– Necesitaré tiempo –, añadió. Me daba igual que dijese después. Tras poder palpar la libertad tras meses con la angustia de mi profesor de ciencias y aquella chica, me era indiferente cualquier  añadidura. 
–  Es a las doce en el embarcadero –, le dije, éste asintió y se marchó. Sin darme cuenta del lio en el que me había vuelto a meter.


Verlos ahí me puso los pelos de punta, todo el nerviosismo que había empezado a sentir mientras andaba se intensificó cuando por fin estaban a escasos metros, pero no fue solamente verlos, era lo insegura que estaba, al romperse toda mi esperanza de ver a Tom con la joya. Si él no venía sería todo culpa mía, no me paré a pensar unos instantes, y me aferré a sus palabras sin saber si éste llegaría a cumplirlas y el temor me abrazó el cuello como aquella absurda bufanda que ocultaba mi garganta marcada.
– Selene –, dijo él observándome desde el final del embarcadero donde el lago ya alcanzaba profundidad. No vi a la chica e intuí dónde estaría. Me sentí como aquella noche: perdida, enfadada al no controlar ni predecir un posible futuro, pero sobre todo miedo; mi corazón latía rápidamente, con una agilidad tan extrema que el sonido se había metido en mis oídos y acompañaba a mis pasos cuidadosos por la madera del embarcadero.
– Charlie –, respondí. Curvó levemente la cabeza y elevó las manos levemente esperando recibirlo –. Acláreme una cosa profesor. ¿Para qué necesita tanto esa joya? 
Él sonrió durante un breve momento, mientras recorría los pocos centímetros de distancia que faltaban. 
– ¿Dónde está?


– Respóndame por favor, es mera curiosidad. 

Las aguas se agitaron levemente y escuché el sonido de la fría agua chocar contra los postes de madera que mantenía el embarcadero sobre el agua. 
– Es mucho más que un simple accesorio. 
No contestó mi pregunta, simplemente empeoró la situación poniéndome mucho más nerviosa.  Mi mano fue directa bajo mi  bufanda y rasqué la piel marcada por sus colmillos,  
mi profesor alzó la mano tras yo bajarla, haciéndome dar un paso hacia atrás intentado que no llegase a tocarme, me apartó el pañuelo dejándolo caer. Bajé la mirada mientras él inspeccionaba con la suya mi piel hinchada y rojiza: ¡y cuanto picaba! Al principio pensé en la pañuelo, pero por la noche cuando nadie podía verme y no necesitaba ocultarlo la maldita marca de sus dientes me picaba en sobremanera, y no había forma de detener aquel horrible picor.
– ¿No lo tienes verdad? –, comenzó –. Nunca me ha importado tu compromiso con los vampiros, únicamente desde el principio pretendía ejercer presión para que acabases contándolo de alguna manera, pero veo que tú realmente no sabes nada. Necesitas ayuda Selene,  esto se te está yendo de las manos y vas a acabar mal. 
Estaba claro, ahora lo entendía todo, desde el principio Bill jugó conmigo a conciencia, sabía lo de las sirenas y no sé cómo también pudo  predecir que yo acabaría por pedirle auxilio, para finalmente llegar aquí estando en medio de un conflicto en el que no sabía ni si quiera qué tenía aquel colgante para ser tan especial.
– No es de su incumbencia mi trato con los Kaulitz. Y con respecto al collar le diré que es cierto, no lo tengo ahora mismo –, interrumpí mis palabras al verle andar en dirección a la orilla –. ¿Adónde va? 
Le seguí con la mirada por el pasillo hasta verle  ya casi al final, cuando grité su nombre por última vez ya era tarde, su cuerpo había desaparecido entre los arbustos. Comencé a andar hacia él, primero a una marcha considerable, hasta ver como el agua se agitaba violentamente en señal de su llegada e intenté escapar de ella. Vi cómo su larga cola salía del agua a la par que gritaba con todas mis fuerzas el nombre de mi profesor pretendiendo que impidiese la ira de la sirena sobre mí. Su cuerpo salió del agua de un salto y apoyando mitad de su cuerpo en la madera me sujetó la pierna cuando apenas quedaban tres metros por recorrer. Era demasiado tarde para huir, ya me tenía y su fuerza superaba la mía con creses. Agarré uno de los tablones de madera clavando mis uñas en él, aferrándome a aquel tablón como nunca antes lo había hecho por nada, pataleé incontrolablemente contra ella, haciendo el efecto contrario al cual perseguía, me asió de tal manera que dejé de sentir aquella parte de mi pierna, me ayudé con la otra derrochando mis energías, en cualquier momento me iba a soltar y grité entre dolor y miedo al aire con la esperanza de ver a Tom. Mis manos se resbalaron lentamente y miré por última vez la superficie, cogí aire fuertemente antes de estar bajo las frías aguas.  Su agarre se deshizo en el momento en el cual me encontré en su territorio, y  abrí los ojos bajo el agua sintiendo escozor, admiré mí alrededor buscándola en la oscuridad del agua verdosa, pero no me detuve e intenté nadar hacia la superficie con todas mis fuerzas. La temperatura se volvió más fría en el instante que su larga cola azotó las aguas para acercarse, y pretendí llegar cuanto antes a la superficie. Mi cabeza salió, pero sólo un instante en el que pude tomar una gran bocanada de aire, sentí su mano aferrarse a mi pierna y jalar de ella bajándome de nuevo, mis ojos volvieron a escocer  pero si no lo hubiera hecho, no podría haber presenciado su boca abrirse de forma inhumana y presencias sus fauces dignas de un león repleta de colmillitos listos para desgarrar hasta la carne de un rinoceronte. Mi pierna fue lenta hacia su abdomen por el agua y recordé las teorías de física y química impartidas por la profesora Brown, haciéndome maldecir toda y cada una de aquellas formulas. Agité mis brazos al verla venir  con la boca abierta, y volví a mover violentamente mis manos para impedir que no llegase a tocarme.  Cerré los ojos fuertemente al notar sus manos agarrarme intentado evitar una posible fuga por mi parte. Sin embargo era imposible que lo hiciese, la imagen de un cadáver en el agua pasó por mi mente, era yo, y sentí sus dientes rozar la piel de mi hombro. Dejé de expulsar aire por la nariz y contuve el poco oxigeno que quedaba en la boca, a punto de asfixiarme. Su agarré había desaparecido y abrí los ojos admirando la oscuridad del lago, nadé a la superficie y tomé aire desesperada. Esperé a calmarme para nadar al pasadizo de madera, sin rastro de Ariza por ningún lado. Con esfuerzo cogí impulso para llegar y con ayuda de Tom conseguí ponerme en pie. Se sacudió la mano con asco y me miró adustamente esperando a escuchar un gracias, supongo. 
– Lo conseguiste –, murmuré al darme cuenta. El asintió y esta vez sí que no reprimí las ganas de abrazarle, no sólo por encontrarlo sino por cumplir su promesa y claro está salvarme la vida. No me correspondió como era de esperar, parecía que abrazase a una roca y me aparté de él con vergüenza –. ¿Cómo lo has encontrado? ¿Dónde estaba? 
Mis palabras fueron sordas para él porque tras esto caminó lentamente haciéndome seguirle estúpidamente, aunque cierto es que no quería volver nunca más sola al lago. Me giré para observar por última vez el embarcadero y palidecí al ver su silueta en el extremo opuesto al nuestro admirando la superficie del lago en la noche. Realmente parecía una sirena, sólo que había cambiado la piedra por madera y el océano por un lago. 
Tom se alejó hasta la orilla, donde él se detuvo y supuse que debía detenerme yo también. 
– Hablemos del trato –. Pronunció suavemente aquellas palabras que yo recibí como una bofetada. Creí realmente haber vuelto al pasado cuando sus dedos se volvieron como el fuego en la piel de mi antebrazo para luego morderla. En aquel momento las lágrimas cayeron de mis mejillas con la suavidad con la cual una gota de lluvia se caería de una hoja y sollocé en sus brazos cuando se dignó a corresponder mi abrazo. 
– ¿Qué pasará con Bill? –, pregunté.
– Olvídate de él porque tú ahora eres mía
Rememoré las palabras de Rebecca, la primera persona que me vio en aquel lastimero estado en la residencia de los Vampiros. Caí como una mosca engatusada por la miel en la trampa de Tom. Me lo ofreció y lo tomé sin preguntar, firmando el contrato sin leer la letra pequeña, una tonta humana que se golpeaba otra vez con la misma piedra. 
– Pero Bill… –, entendió  mi preocupación,  por eso no hizo nada más que lamer mi yugular para morderla después de tanto tiempo. 


6 comentarios:

  1. WOW!!

    Me encanto eso que dijo Tom "Ahora eres mia" WOW!! Lastima que sea malo como Bill sino esque mas!
    por cierto eso que le grito Selene a Bill fue jajaajajaj muy gracioso!.

    Debo decir que estoy completamente perdida con lo que está pasando, todo es demasiado misterio con muchos secretos :/ y me da pena que Selene siempre sea la ultima en enterarse.

    Ahora tendra que soportar a Tom pero acaso él siempre ha sido así de Frío y cruel? o más bien de hecho no muestra NADA y Bill pues es sencillamente astuto como su hermano pero no igual.

    Llegará a cambiar la actitud de Tom Y de Bill con respecto a tratar a Selene como solo "comida"???????????????????????????????????

    No quiero ni imaginarme qué le hara Bill a Selene por la burla que dijo :/ ya basta!!! pobre de ella siempre sufre! y luego ahora sus "amigos" se están comportanto raros... y sobre lo de Gustav pues supongo que deberia de darle la oportunidad de hablar y escucharlo.

    Me encanto el capitulo pero repito estoy llena de dudas, confunsiones entre otras cosas por lo del collar, y el asunto de las sirenas con el profesor.

    No tardes en publicar el siguiente:D

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  2. Muero por Tom!! es tm jdidamnte malo que me encantaa!!!! Espero k el pxmo sea igual de buno o mejó!!!

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  3. Aaaw!! sigue necesito maas, demasiao misteriio!!! necesito saber que pasara

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  4. :O

    No se quedecir, sobre todo porque...no tengo nada que decir. esto esta muy mal, pero muuuuuuuuuuuuuuy mal, yo pregunto lo m ismo: ¿Y Bill?

    Sube mas...


    Besos!


    S.K

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  5. me encanto estuvo muy bueno
    yo tambien pregunto
    que onda con bill?
    y con gustav?
    y andreas????

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  6. EEstupendoo cap. Jalene !!!!
    Tengo muchísima ccuriosidadd por saber qquee tipo ddee rrelaciónn une al profesor con Ariza y ese colgante pporr qué es tan iimportantee ????
    Incertidumbre !!!!
    Me hhizoo gracia ese comentario ddee ella hacia el aatributoo de Bill, una ggrann oofensaa para un ... varón jjajajajaa.
    Qué pretende Tom ???? TTantoo le gusta ella ????
    Qué ppasaráá con Gustav ????

    No tardes cconn el siguiente...
    Besos

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