lunes, 19 de septiembre de 2011

Medianoche entre extraños - Capítulo 9º

¡Siento el retazo!, es que me dio por cambiar los capítulos finales alargando un poco más la historia para volverla un poco más chachi, eso sí, siempre respetando la base. Aunque hacer alguna rebeldía de vez en cuanto esta bien. :3
Este capítulo es el penúltimo de la primera parte de cuatro, y con partes no me refiero a temporadas, sino partes estructurales. ^^ es decir, que se acaba un tramo de la historia.
En cuanto a la publicación acabo de empezar las clases, y aunque me mantenga escribiendo cada día aunque sea una palabrita, escribir lleva su tiempo y las clases más todavía. Intentaré publicar capítulo lo más antes posible.
Una vez más, pido que me dejéis vuestra opinión que ya tengo que liar con las lectoras fantasmas del foro de TH. 



Medianoche entre extraños




Medianoche 9º - Roto



Mis labios casi rozaban los suyos, era tan casto aquel roce que se podría haber confundido con el viento.  Sin embargo el cálido aroma de la sangre era inconfundible, y aquella sensación húmeda que impregnaba mis propios labios era tan real como el frío que acariciaba mi garganta descubierta. 
Escuché como se relamía los labios con gula, queriendo seguir bebiendo de mí por una vez más, y última.  El peso de su cuerpo sobre mis piernas desapareció,  haciéndome abrir los ojos para observarle. Fue una acción tan masoquista querer contemplarle sin sentir dolor que tuve que apartar la mirada. Haberle visto tan gustoso me hacía sentir repugnante, y el hecho de saber que le necesitaba en aquellos momentos era peor de lo que me imaginaba.  Tom me tomó entre sus brazos, separándome de la nieve y el tronco en el que estaba apoyada, el frío me había envuelto en su abrazo, y la calidez que le había proporcionado a él cuando tomó mi sangre no era suficiente para separarme de los brazos de Morfeo.       Mis ojos no llegaron a cerrarse del todo, o eso pensé; la luz me envolvía y al entornar la mirada  pude observar  un sitio diferente al que anteriormente estaba, debían de haber transcurrido horas, puesto que el sol ya había salido, y Robbie había comenzado a removerse en su cama haciendo sonar los muelles del colchón.  Me puse en pie agitada, y recorrí angustiada el corto camino hacia el espejo de mi armario, un mareo que condujo a nauseas me aturdió en el momento en el que me vi en el espejo y observé la silueta de Tom tras mí admirándome.  Me giré torpemente, pero no pude mantenerme mucho más en pie y todo comenzó a distorsionarse, sin poder distinguir su figura de la ventana, y dejé de ver sus ojos anaranjados en el momento en el cual mis piernas cedieron como hojas  arrancadas, dejándome caer sobre la moqueta.  Escuché sus pasos aproximarse e ilusa elevé la cabeza pensando que me ayudaría a levantarme de mi estúpida caída, sin embargo Tom se mantuvo adusto y firme ante mí.  Había sido muy incauta al levantarme así de la cama, debía haber perdido demasiada sangre como para no poder volver a recobrarme de la caída, y mi cuerpo se quedó frente a sus zapatos embarrados que me hicieron sentir tan patética frente a él.  Elevé la cabeza y su figura pareció haberse vuelto un poco más nítida al ponerse de cuclillas.  Quise apoyarme en mis manos que temblaron bajo el peso de mi cuerpo, e intenté quedarme a la altura de su rostro.
Aquel colgante no tiene más función que proteger a una sirena al estar en tierra, sin él su cuerpo tiende a secarse hasta morir. Su importancia recae sobre el día de su nacimiento y la estirpe de la cual procede. 
Supuse alguna respuesta como aquella, aquel objeto debía tener mucho valor para todo el jaleo que se armó por él.   Descansé mi cuerpo sobre el piso, ya no podía mantenerme más y él volvió a elevarse a su altura para andar bordeando mi cuerpo desfallecido.
 
– Podemos terminarlo aquí –, añadió. Hice un ademán de mirarle pero mantuve la vista posada en el suelo.  – No, necesito saber más –, contesté. Tom se marchó con la misma rapidez y sigilo con el que entró. Y me dejé caer completamente sobre el suelo apoyando mi rostro en el lado derecho, dejándome mirar la cama de Robbie. 

Me dispuse a ponerme en pie y torpemente salí de la habitación, con un dolor en ambos de lados de cuello semejante a un enfriamiento muscular. No obstante, lo único que había tocado mi garganta en días era él, aquel despreciable vampiro había aprovechado cada oportunidad para saciar su sed conmigo a cambio de información vital para mi supervivencia en el instituto.  Información que no figuraba en los libros y ni si quiera mis amigos en su situación podían proporcionármela. 
   Aquella mañana en el comedor de la residencia Wanda me esperaba con una tasa de café en la mano, y  el ansia de contárselo me cosquilleó el paladar como una pluma me daría hormigueo. Sin embargo no llegué  a decir más de cinco palabras junto a ella.  Ambas desayunábamos en silencio, sólo muy de vez en cuando intentaba hablarle, pero ella estaba demasiado metida en ejercer su papel de profesora y yo el de combatir contra mis profesores y Tom.   Antes de terminar fue cuando comenzó a preguntarme cosas con respecto a las clases, a lo que yo contesté con un “bien, a lo mejor, quizás…”  

Las pocas veces que coincidíamos en la residencia nunca sacábamos el tema que nos rondaba por la cabeza a las dos, que obviamente era sobre los alumnos del centro, algunas veces lo intentó pero nunca llegué a responderle más de lo bien que me caen mis amigos y lo adorable que es mi compañero de cuarto. 

Al salir de la residencia, tuve la mala suerte de encontrarme a Bill; vestido de negro como siempre, con un cardigán oscuro que le llegaba hasta las rodillas y unos pitillos tan ajustados que parecían medias. Unas gafas de sol claras le ocultaban gran parte de su cara y me dedicó una sonrisa burlona mientras andaba lentamente hacia la puerta principal.  Me quedé tras suya, viéndole andar sutilmente por los adoquines grises. No me atrevía a adentrarme en su mundo oscuro, ya estuve en él una vez, y ahora ya no me quedaba ninguna razón por la que acercarme, de hecho, debería alejarme lo más posible. Aún no me creía que no se fuese a molestar  por lo ocurrido.  Se detuvo  ante mí, haciéndome detenerme asustada, se dio la vuelta  y anduvo en mi dirección. Yo  comencé a caminar en el instante en el que se giró, manteniendo la vista en el suelo. Me encontraba demasiado cansada como para hablar con él y tener que discutir. Todavía era capaz de hacerme mucho daño. Me alcanzó en cinco pasos y se puso a mi altura haciendo que me detuviese ante aquella sutil mirada que tanto me incomodaba.  – ¿Qué? –, solté. Sonrió burlonamente, poniéndome de los nervios en el acto y alcanzó mi cuello con un de sus manos. Me retiré ante el contacto con miedo provocando que le mirase con pavor.  Coloqué las manos a ambos lados del cuello acariciándolo suavemente, mientras le observaba confusa.  – Que hermano más insaciable tengo –, soltó negando con la cabeza –. Y despistado, porque esas marcas se ven a kilómetros.  Titubeé asustada, retrocediendo lentamente ante su mirada amarillenta que ni sus gafas podían ocultar.  – El cabrón te ha dejado como un puto colador –, dijo volviendo a sonreír. Rehuí de su mirada y descendí mis manos tras acariciar por última vez la superficie de mi cuello libre de hendiduras. 
– No busques –, añadió –, sólo los vampiros podemos verlo.  Me encogí al escuchar sus palabras dichas con aquella sutileza amarga con las que siempre las dotaba. Y observé indefensa su mirada ámbar al quitarse las gafas.  Guardó sus gafas en un estuche de piel marrón  y se quitó su bufanda negra de un tirón para luego tirármela con desprecio.
– Esto te supera –, concluyó adentrándose en el instituto. Coloqué la bufanda alrededor de mi cuello y aquel aroma a él entró por mi nariz con casi agresividad, haciéndome cuestionarme por qué demonios había aceptado algo suyo. 
Volví a andar hacia la clase de matemáticas, esta vez sujetando mis libros y mirando mí alrededor  con algo de miedo. Había vivido tanto tiempo aquel horror de poder ser atacada por  Ariza que ya ahora me era difícil acostumbrarme a estar únicamente concentrada en mis estudios. Debería de estar contenta, sentirme libre, aliviada y no entiendo porqué me sigo encontrando tan sometida al pánico hasta cuando lo único que tengo que hacer es dar mi sangre.  Entré en la clase, ya había comenzado hacía tres o cinco minutos, aquella charla con Bill me había retrasado. Dejé mis libros en la mesa e intenté poner mi atención en el algebra o me cargaría el próximo examen.  Pasadas las primeras dos horas, un riquísimo hedor a vampiro me llegó; aún llevaba la bufanda de aquel desgraciado y hasta incluso en medio de un examen de historia me hacía pensar en él y en su sonrisa sarcástica y sus ojos marrones. Definitivamente odiaba a este chico más de lo que podía odiar a cualquier persona.  Tras mi  última clase pasé ante la 3.5 en busca de Georg, con la idea de hablar con él.  Al verme esperarle en la puerta no supo si sonreír o  volver a entrar a clase, y anduvo a mi lado con pesadumbre intentando fingir felicidad.

– Georg –, comencé a decir. Pero las palabras se me atragantaron en la lengua, y suspiré intentando hacer tiempo para armar una frase que lo dijese todo sin sonar vulgar. Pero al llegar a la plata baja aún no había podido arrancar de las primero cinco palabras y decidí dejar el tema para cuando pudiese hablarlo. Haciéndole cambiar completamente de tema a uno más trivial.
Aquel día Robbie nos acompañó con su silencio en el almuerzo, haciendo más difícil encontrar las palabras adecuadas. Procurando  preguntarme dónde se encontraría Jannette ahora mismo. Busqué con la mirada  su cabeza pelirroja, pero lo único de color granate que hallé fueron  las manzanas de Gustav, quien para mi sorpresa tenía compañía. No me corté ni un pelo en mirar descaradamente hacía su mesa, y le vi con los codos apoyados sobre ésta mordisqueando una manzana con desgana, y al otro lado una rubia vestida de azul hablándole mientras él simulaba escucharla. Seguramente le estaría atendiendo, como tan buen chico parece ser, pero por su expresión no le estaba gustando nada lo que escuchaba. 
– Ariza –, musité. Verla junto a él hizo que el estómago se me encogiera, y seguí admirándoles unos segundos más. Hasta que algo me hizo levantarme de la mesa y moverme entre ellas en dirección a la salida sin dar ninguna explicación a mis amigos, dejándoles atrás igual que al barullo de la cafetería para pasar al casi silencio del recibidor. Mi cuerpo siguió en marcha como un títere en manos de su perverso titiritero, en mi caso Tom.
 La puerta de los lavabos de chicos cedió ante mis manos y entré encontrándole en él apoyado en una de las puertas. Cerrándola tras mí y me coloqué frente a su cuerpo quien me observaba con algo de cansancio. Había vuelto a hacerlo, una vez más mi mente se había visto vacía de pensamientos y posibilidades de responder, lo único que me permitía era dejarme llevar por mis piernas hasta donde él  me mandase.  Por una vez no supe qué quería de mí, esta era la primera ocasión en la que le veía entre clases, y la incertidumbre me había dejado a merced del temor a estar aquí por una  razón distinta a la de darle mi sangre.  Me apartó la bufanda, dejándola colgando de mi cuello y pasó la mano por mi garganta con delicadeza, haciéndome testigo de cómo su mirada delataba su hambruna. Sus labios se posaron en mi cuello, provocando que un escalofrío azotase mi espalda, y volví a sentir sus dientes agujerear mi piel para volver a succionar mi sangre una vez más con todas las ansias con la que un niño comería caramelos. Sus labios se movían alrededor de la herida y en un acto casi animal me atrajo hacia él. No impuse ninguna resistencia, el dolor de cada gota de sangre salir de mis venas era ya suficiente como para intentar forcejear.  Me sujeté a su espalda con la poca fuerza que me quedaban, cada vez estaba más cerca de acabar, pero ese final nunca llegaba hasta que no comenzaba a nublarse mi vista y dolerme la cabeza.  Intenté fijar mi mirada en un punto menos deprimente que el reflejo de ambos en el espejo que ocupaba toda la pared de enfrente, y miré la puerta de madera cerrarse despacio emitiendo un sonido casi sordo que pude percibir entre el eco de sus labios moverse sobre mi piel en la fatigosa tarea de extraer mi sangre.   – ¡Para! –, ordené. Su cálida lengua acarició la sangre esparramada por mi hombro y me miró a los ojos haciéndome ver su mirada casi luminiscente.  – ¿Qué quieres? –, susurró con una voz apagada y sombría. Dirigí mi vista hacia la puerta, y recordé verla cerrarse en el instante en el cual yo miré. No supe si aquello podía acabar con un buen o mal final, pero de seguro iba a tener alguna consecuencia.  Tom se separó de mí con un acto casi despectivo, y se lavó el rostro manchado de sangre frente al espejo en el que nos habíamos reflejado durante aquellos quince minutos eternos. La campana que anunciaba el final del recreo inundó de ruido el silencio y me aproximé rápidamente al lavamanos para quitar los restos de sangre.  Vi la mirada de Tom observarme a través del espejo, manteniendo su vista fijada en mi cuello limpio de sangre mientras se relamía los labios.  Era triste saber que para él no era más que alimento, igual que para Gustav una manzana: rojo, jugoso;  y me supongo que tal vez dulce.  Tom se giró para verme y yo me volví mirándole a los ojos ya de aquel color marrón anaranjado.  Me sentía mejor de lo que esperaba, débil, pero no tanto como ésta mañana, en la cual me sorprendí a mi misma de poder levantarme y arrastrar mi cuerpo escaleras abajo hasta las duchas.
 
– ¿Qué sabes de Ariza y Moore? –, pregunté. Tom respondió al instante con una sola palabra: “nada”. – Entonces, podemos finalizar el trato –, contesté. Tom hizo un gesto de desaprobación  y contestó con un adusto “no” que me dejó sorprendida.  – ¿No? –, repetí su última palabra con el temor recorrer mi interior. 
– Aún me debes algo  –, contestó. 

– No te debo nada –, dije. Tom se alejó de mí, dirigiéndose a la puerta para marcharse, pero se detuvo antes de que entrase en cólera. Odiaba que me tratase de aquella manera. 
– Bill puede resultar difícil, no fue fácil encontrar el colgante con un quejica como él. Apreté los puños con fuerza, recordando aquel estúpido día en el que volví a arruinarme la vida con un par de palabras estúpidas y sin ninguna explicación. Y cuanto odiaba cómo mi bocaza se abría de aquella manera soltando tanta gilipolleces juntas.


Tom desapareció de los lavabos en un abrir y cerrar de ojos, haciéndome sentir sucia por dejarle beber de mí como si de una prostituta se tratase. 
Débil como una pluma, y furiosa como un animal;  enrollé el pañuelo de Bill alrededor de mi cuello y lo terminé de ajustar antes de coger mis libros y marcharme del lavabo de chicos.  Fuera el bullicio actuó como un relajante, volver a sentirme rodeada de normalidad me hizo recobrar las fuerzas, no obstante seguía agotada física y mentalmente, nada podía cambiar el hecho de que me había robado algo que necesito para vivir y ello tenía sus consecuencias. Para cuando cogí los libros de la siguiente asignatura el pasillo ya estaba casi vacío quedando algún que otro alumno que como yo llegaba tarde a clase.  Había subido las primeras dos plantas, pero no pude llegar a mi clase de artístico cuando el pañuelo de mi cuello se desataba de mí cayendo en las manos de Wanda. Mis ojos se  clavaron en su seria mirada que no tardó en mostrar furia, pero a la vez tristeza.  Me miró el cuello con casi lágrimas en los ojos haciéndome acariciar mi garganta con miedo de palpar la marca que pensé se había quitado. Pero seguía ahí, con sangre fresca brotando de los orificios que él había dejado despreocupadamente en mi cuello.   Sentí la desesperación en mi pecho, latiendo fuertemente, tanto que lo escuchaba nítidamente en mis oídos por encima de cualquier ruido. Su rostro cansado, que aquella mañana me había dedicado una sonrisa se convirtió en un triste reflejo de lo que veía. Agarró mi muñeca con fuerza, y me arrastró por los escalones que tanto trabajo subí hasta la primera planta, la secretaría nos miró, mientras mi tía derramaba lágrimas de impotencia. 
– Lo siento –, susurré. Se giró bruscamente cuando ya faltaba poco para terminar el pasillo, y me propinó una bofetada repleta de rabia y dolor. 
Esperaba esto, me lo merecía. Ella me hizo jurarle que podía contárselo todo siendo bueno o malo, y creí en su momento que se lo contaría. Pero mi gran ego me habían llevado frente al despacho del director bajo la mirada triste de Wanda.  Me abrió la puerta y la claridad me golpeó en la cara haciéndome parpadear repetidas veces, hasta ver al director Kern tras su escritorio y a Tom en la silla de enfrente de espaldas a mí.  Si él estaba aquí, era porque alguien había contado nuestro secreto. Y no sólo porque Wanda me haya arrancado el pañuelo con casi bestialidad para luego mirar con horror mi cuello.  Me senté sin decir nada a su lado, la mirada de Tom se encontraba  levemente enrojecida por la claridad, y a la vez que sus ojos se volvían más granate, mis nervios aumentaban por  la mirada de Kern, quien nos observaba seriamente.  Y podía sentirlo a pesar de no mirarle directamente; las vistas al patio trasero eran demasiado bellas como para querer perdérselas: sólo admirar los árboles bañados en una dulce capa de blanco haciéndome volver a recordar al azúcar. Tenía suficiente para deleitar mi vista y relajar mi cuerpo. Y si el ruido de la puerta no me hubiera distraído hubiese seguido mirando. No me sorprendió ver a mi profesor de física y química entrar, le estaba esperando. Se le notaba a leguas que había sido él quien confesó todo a pesar de haber optado acatar sus reglas. Si no ella nunca habría arrancado la bufanda de mi cuello y la mentira habría crecido durante unos días más. Así al menos mi sangre y dignidad no habrían caído por segunda vez ante uno de los Kaulitz.  No tuve miedo como era de esperar, si que estaba nerviosa, pero me sentía tan fuera de lugar que no creía que lo que estuviera pasando fuese cierto. Desde la luz cegadora, a la tranquilidad de Tom; todo era demasiado falso. Al igual que la mirada sosegada de mi profesor de física y química.   Nunca debí dejar de creer que podría llegar a hacerlo. Casi me matan por aquella estúpida joya. Pero aquello ya daba lo mismo, él era la autoridad y tenía más que pruebas de lo cierto que resultaba el pacto de sangre entre Tom y yo.  Cerró la persiana que nos sumergió a todos en la luz artificial y el pánico  me arropó en su frío cuando el director dejó de mirar a Tom y posó la vista en mi cuello observándolo de forma seria.  Moore se colocó a la izquierda del director, a una distancia prudente de ambos provocando que la tensión aumentase notablemente. Y su presencia sólo me recordó lo estúpida que fui al creer que después de obtener lo que buscaba olvidaría todo el asunto. Soy una ingenua, demasiado para un mundo tan ruin.  Las contemplaciones se terminaron en el momento en el que la voz del director resonó por las paredes color melón, acompañado del oscuro tono en el que Tom le respondió al instante. Y decidí  dejarle a él hablar, dado que intentar contar lo sucedido desde mi punto de vista sería peor.  Sin embargo, Tom explicó la historia tal y cómo era; a partir de un principio de curso con Ariza en el lago hasta el día de hoy, suprimiendo claro está la parte en la que me secuestran del instituto y en la que Moore aparece para salvar a aquella del peligro en el que ella sola se metió.  –  Y por ello hicimos el trato –, añadió   para concluir su explicación. La vista de Charlie había estado fija en la de Tom, quien había estado clavando sus pupilas amajanadas con casi impertinencia en Kern. Su vista se deslizó por mi cuello y se volvió hacia mí para pedir mi versión de los hechos, y ya puestos la verdad, porque ni yo, que sé lo ocurrido pude creer a Tom con aquel tono de voz tan lleno de amargura y sin ninguna emoción perceptible.
– No miente, yo necesitaba ayuda, estaba asustada y no sabía qué hacer, entonces cuando Tom me ofreció una solución la acepté sin saber lo que pasaría luego.  Intenté mantener la cabeza bien alta mostrándome lo más serena posible, e intentando que las ganas de borrar aquella verdad impregnada de mentiras no me dominasen a menos que quisiera meterme en un lio aún mayor. 
– ¿Y te dejaste durante tanto tiempo? –, habló por fin después de un prolongado silencio, al que respondí asintiendo tímidamente y en parte con culpa y remordimiento.
 – ¿No se te ocurrió decírselo a Wanda?  Tenía ganas de gritarle que sí, que era lo único que deseaba a cada instante en el que me veía siendo mordida por Bill, y sobre todo en aquellas extrañas mañanas en las cuales ni mi fuerza de voluntad era suficiente para separarme de la cama por lo débil que me había dejado tener que darles gran parte de mi sangre.  Tom era quien me agotaba tanto, con él no sólo había pánico, sino dolor y agonía. Nunca sabías cuando se detendrían  y a veces pensaba que me abandonaría a mi suerte en cualquier lugar, y me sorprendía que no lo hubiera hecho. Al ver a mi tía entrar supe que esto ya era el final de mi enlace con Tom,  y que a partir de ahora ya nada podría impedirme seguir viviendo como antes lo había hecho. – Deshaz el pacto –. Las palabras de ella sonaron con casi violencia, rompiendo el silencio que se había formado al haber entrado de aquella manera a la estancia.  Wanda no quería explicaciones. Lo hecho, hecho está. Y ya hubo suficiente alboroto con la habitación inundada y haberme caído por la ventana, que para ella fue ya demasiadas emociones.     Tom no me miró, sus ojos cargantes y llenos de coraje se tornaron en la figura envuelta en negro y azul de ella, y destapando mi mano hasta la altura del antebrazo la marca de sus colmillos se hicieron notar, provocando la huida de la mirada de Wanda hacia la pared izquierda de la habitación. Él elevó mi brazo levemente mientras yo le observaba cautamente con más temor del que le tenía. La presencia de los tres adultos me hacía sentir sofocada e inquieta, y sus colmillos se incrustaron a la perfección en el hueco que Bill había dejado cuando me mordió hace casi cuatro meses.  Un relámpago helado me recorrió las venas de todo mi brazo, convirtiéndose luego en un fuego abrazador que terminaba en las yemas de mis dedos, y el dolor azotó la zona una vez que sus dientes se despegaron de mi carne. La sangre oscura  y fría brotaba de mi brazo con lentitud y me sentí totalmente sofocada al no saber cómo debía actuar, aunque a ellos no pareció sorprender que aquel líquido casi negro saliese de mí dejando un rastro de calor por el recorrido que tomaban los hilos de sangre.  La voz de Wanda me reclamó, y agarrando mis libros de una clase a la que no asistí, me llevó fuera del despacho. Si ya aquellos dos hombres me habían dejado para el resto del día con el susto en el cuerpo, ella terminaría lo que ambos empezaron entre miradas y voces de preocupación.  El pasillo se me había hecho más largo, y la figura pequeña y menuda de ella imponía más que nunca al poder sentir sus nervios a flor de piel. Temía hablarle y enfurecerla decepcionándola aún más. Y sobre todo escuchar en voz alta  una serie de razones para no realizar todas aquellas estupideces que  cometí. La seguí hasta alcanzar la altura de la sala de profesores, a no más de diez metros del despacho del director. Cuando traspasé la puerta principal, me introduje en un pasillo estrecho y no tan bonito como los demás que componían el edificio, era sencillo, sin detalles, sólo paredes blancas y sin vida. Ella me guió bajo la tenue luz amarilla de las lámparas hacia una habitación que constituía el  departamento de artístico y ahí, en la casi oscuridad del pequeño despacho repleto de estanterías con libros, lienzos, bocetos en carboncillo y demás utensilios esparcidos por las dos grandes mesas; comenzó a hablarme aconsejándome que primero tomase asiento.  Miré sus ojos aún con rastros de rojez, pero sobre todo tristeza. Aparté la mirada de su figura sentada ante mí y me dejé envolver en la luz del atardecer que entraba por la ventana entreabierta.  Ahora venía lo peor, el momento en el que ella hablaría y la verdad saldría de mi boca a la misma velocidad que una bala saldría del cañón de una pistola.  – No me importa qué te llevó a Tom, sólo me interesa saber si realmente no había otra opción.  El día en el que me vi ante Bill pidiéndole un favor no me pareció que tuviese muchas opciones, sin embargo cuando estuve en la habitación de Bill sí que podía haberme ahorrado pasar por los colmillos de Tom. Entonces, ¿cuál era mi respuesta? Un sí a medias, un no rotundo o una mentira que se sumaba al montón de certezas a medias e inexistentes verdades. 
– Al principio no, pero luego todo se complicó y tuve que seguir –, contesté. Poco a poco se lo contaría todo, cuando ella tuviese ganas de escuchar y yo pudiese ordenar todo lo que sabía. 

– Dejé pasar el tema de tu caída desde la ventana de tu antigua habitación. No quise empeorar las cosas y ponerte nerviosa. Pero esto es demasiado para ti.
Su voz adquiría a cada palabra un tono más siniestro y con más preocupación al mismo tiempo, llenándome de la tristeza que la rodeaba.  – Estás decepcionada, y lo siento…   –, comencé a hablar, pero no quería seguir aquella frase., quedándome en un silencio inquietante mientras ella seguía con la vista clavada en mí.– Furiosa, no decepcionada. Haber confiado en ti es lo peor que he hecho, no debí creer que esta locura saldría bien. Y más sabiendo que algo como Tom estaba tan cerca de ti.  Sus palabras me atravesaron el corazón con la facilidad que mi dedo penetraría en la arena.  Su cuerpo se separó de la silla, caminó hacia la puerta cerrada y la abrió para luego mirarme por última vez antes de irse. Fui hacia ella y la miré recorrer aquel corredor tan triste y muerto como mi yo ahora mismo. – Haz las maletas, mañana nos vamos a casa. 

5 comentarios:

  1. ¡Chispas! Esto ya se puso peligroso...

    Pobre Selene, le llueve sobre mojado, no sale de una para entrar en otra

    ¿Mi Bill esta celoso?...Por que, honestamente, no entiendo su actuación con el beso, y ahora su burlona sonrisita, pero bueno... a ver qué pasa más adelante


    ¡Muy buen capítulo!


    Y ando en las mismas que tu: no he podido escribir casi nada por la escuela, y menos ahora con que casi entro a periodo de examenes parciales ¡Pff!...


    Pero bueno, a ver que resulta...



    Muy buen capi


    Besos!


    P.D: Te espero en mi blog


    S.K

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  2. Hola, Jalene, me puse al día con los caps. y ha sido genial, es una relación tan extraña la suya que no sé que pensar. Me desconcertó bastante que Tom hiciera un trato con ella sabiendo que estaba con Bill, y que ahora la deje ir tan facilmente.

    ¿Se irá ella de la escuela? ¿La irán a buscar los dos vampiros? ¿Y que quería Ariza de Gustav? Desde luego él podría matarla, despues de lo que paso en la fiesta...

    Todo está muy cargadito... espero que no tardes en publicar^^

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  3. Recien empec a leer la fic, y cuando empecé no paré hasta llegar a ste cap, que por cierto muy BU-E-NO.
    Amo tu forma de escribir, para ser algo no profesiona sta super.
    Subee proontoo

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  4. HOLA!!!!!!
    WOW ESTA SUPER BUENA TU HISTORIA ME ENCANTA
    ESPERO CON ANSIAS EL PROXIMO CAPI

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  5. OMG!! para cuando el siguienteee????? faltaaa muchooo??? acabo de leer el cap. (porqe he estado ausente y lejos del mundo bloggero durante un largo tiempo) me ha encantado (como siempre) el capitulo!! ese Tom ess.... tremendooo XD jajaja y ese final fue... en serio se ira de la escuela??? NO LO PUEDO CREER! que hare Tom y ... Bill siin su comida??? jajjaa.
    Continuala PLeaseee!
    Saludos!

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