lunes, 11 de julio de 2011

Medianoche entre extraño - Capítulo 5º



Medianoche 5. Querido Bill.

El crepúsculo bañaba de amarillo rosado el cielo, era hermoso ver la copa de los árboles teñido de naranja y las estrellas por un extremo amenazando al sol, aunque hubiese preferido estar ahí toda la tarde, tenía que darme prisa,  si la noche caía y yo aún me encontraba en el bosque no volvería nunca a la residencia, y me preguntaba cómo tendría que ser pasar la noche con Robbie, sólo puedo esperar que ronronee y no ronque. Me puse en marcha rápidamente, seguramente el lago estaría cerca y no me apetecía encontrarme a Ariza. Hacía días que no la veía y escuché el rumor por boca de la chismosilla de Jannette que ésta se había ido al lago por algún resfriado y la enfermera, por su bien, la mandó a un sitio donde el agua fuese abundante, y que mejor sitio que un lago. Lo cierto es que daba gracias por su resfriado, aunque era al delicioso karma a quien debía agradecérselo. Y con uno de mis problemas fuera de combate por el momento, Bill y yo debíamos  hablar lo antes posible. Con la idea de ir a verle anduve más rápido, si fuera posible volar lo habría hecho porque entre la noche y tener que contárselo estaba más que apurada. Me detuve un instante a contemplar mí alrededor, y no tenía ni la más remota idea de adónde ir. Resoplé indignada y en una intención estúpida y desesperada por saber que dirección tomar: grité su nombre lo más alto posible.
No iba a obtener ninguna respuesta como era obvio y grité su nombre varias veces haciéndome sentir tan patética como el primer día de clase en el que descubrí de la manera más atroz posible lo difícil que me resultaría este curso. Di una vuelta entera intentando ver algún caminito por el que guiarme, y el pánico me entró cuando no pude ni ver las huellas de las hojas pisadas. Sentí lo mismo de nuevo, esa frustración y duda en el bosque haciéndome temer hasta mi propia sombra, solo faltaba el lago y dudé ir hacia adelante por si éste se hallaba tras esos árboles y arbustitos.
Opté por la derecha rezando por encontrar a Bill o incluso a Rebecca, la cual tras su fachada de chica mala parecía no serlo tanto. Había que entender que después de todo, algo humano tendrán. Escuché un crujido tras mí, y decidí apretar el paso por temor, huir siempre es más fácil. El crujido de las hojas se escuchaba más intensamente y más cerca, persiguiéndome cuan león a su antílope y la presión que ejercía sobre mí el enigmático bosque y los pasos fuertes y decididos que sugerían mi destrucción,  caí al suelo golpeándome en la rodilla. Indefensa, retorciéndome de dolor en el suelo vi mi rodilla sangrar y maldije a esa piedra que se impuso en mi camino.
– Selene –, dijo una voz, y al elevar la mirada sentí alivio. El chico rubio me hizo sentir tranquila, sabía que sin luna llena no era más que un humano igual que yo. Se acercó a mí y tendiéndome la mano me ayudó a ponerme en pie. Al menos no llevo falda, sino se hubiese armado un coro de risas.
– ¿Estás bien? –, preguntó Andreas aún sujetando mi mano. Le miré a los ojos, y sonreí asintiendo. Estaba en mi clase de español y siempre que le veía me fijaba en sus cabellos tan rubios y brillantes, me pasaría el día mirándolo tenía un cabello envidiable. En aquel momento su sonrisa me despertó del trance y recordé lo tarde que era y mi prisa por encontrar la casa V.
– Andreas –, hablé soltando su mano –. Me puedes ayudar, es que no encuentro la residencia V.
Su mirada se tornó lúgubre y alejándose un poco de mí,  dirigió la vista a mi rodilla.
– ¿Piensas entrar con una herida que no para de sangrar? –, dijo sonriendo. No me había fijado de cuanto escocía la herida. Torné mi mirada en ella  y sonreí al recordar como me parecía a una niña pequeña con heridas en todos lados  de tanto caerse jugando a las cogidas.  Creí que era una invitación, y le respondí obviamente que no me atrevía a ir.
– ¿Por qué vas a ir a esa residencia? –, preguntó. Seguí mirando al suelo mientras me guiaba a la casa IV, la casa de los lobos. Pero ahora tenía que idear una respuesta convincente, y a su vez que suene real. Le miré de reojo, éste me miraba  fijamente sin necesidad de ver por donde caminaba y tras peinarse el fleco con la mano me dirigió una mirada para que hablase. Aunque yo hubiese preferido tener los labios sellados con pegamento.
– Voy a estudiar –, hablé nerviosa –. Ya sabes, se me da mal… biología.
Mi escusa fue tan patética que hasta yo me reí con él.
– Y por eso no traes los libros –, añadió riendo pícaramente. Bajé la cabeza y miré las hojas marrones romperse bajo mis pies. Si es que más tonta no puedo ser.
– ¡Me has pillado! –, solté –. En realidad soy amiga de los Kaulitz.
No sabía porqué había dicho eso, realmente cualquier cosa le hubiera convencido, menos lo de estudiar claro estaba, quería tener lo menos posible algo que ver con esos dos.
– Me sorprende, esos dos no tienen amigos, creo que desquician hasta a sus propios padres.
Me encogí de hombros, y medité un instante sus palabras. Fastidiaban bastante pero siempre les veía rodeado de chicas, algo tendrían que tener. Recordé cuando los vi por primera vez recorrer el pasillo, fue el mismo día en que descubrí el secreto del instituto y no negaré que sentí temor hasta tal punto que quise volver a mi viejo instituto donde no lo pasé nada bien. Aquel día, Rebecca estaba al lado de Bill, tal para cual, vestidos de negro pero con ese toque fashion con las últimas tendencias del mundo de la moda, no pude evitar creer que era su novia y aún lo pienso.
– No creo –, dije mirando la alta fachada –. ¿No tendrá nada que ver el hecho de que eres un hombre lobo?
Me observó de reojo y sus ojos esmeralda brillaron de una manera distinta, y, o había dicho algo malo o había hablado de algo bueno. Al optar por el silencio no supe que hacer y me contenté con mirar que ya habíamos llegado.
Era menor en tamaño, pero igual de impresionante, paredes de ladrillos color teja, pequeños arcos decorando cada ventana y una gran puerta negra. Mientras que en una la entrada era decorada con árboles medio muertos, ésta parecía más viva y colorida a pesar del color rojo oscuro y deseé no tener que volver a la mía que no me inspiraba mucho más que tristeza. Me dejó entrar y la casa desprendía un olor a vainilla que me provocó ganas de comerme yo sola un helado de dicho sabor. Andy se puso ante mí tras cerrar la puerta, pero yo seguía mirándoles a ellos, algunos estudiando en grupo otros en la mesa de la cocina disfrutando de una cena con comida china, ¿quién dijo que era solo carne cruda? Sus voces formaban ecos en la segunda planta, la televisión sonaba a todo volumen y comprendí que eran una gran familia disfrazada de compañeros de instituto. Era totalmente desparejo, la casa de los vampiros era silenciosa y oscura, y en esta en cambio juraría que la luz brillaba con más fuerza que fuera. Me guió hasta el baño, bastante parecido al de cualquier residencia si no fuese por el  caos de toallas sucias y la ropa desperdigada por el suelo.
El botiquín se hallaba en el mismo sitio, haciendo que un escalofrío recorriera toda mi columna al rememorar la sangre que caía por mi muñeca el día en que fui mordida por Bill y todo este lío con el profesor Moore se debía a ese jodido chiquillo, y en parte a mi misma por estúpida, hubiera preferido llegar a mi residencia apestando a lodo, sin embargo, nunca podría haber llegado sin su ayuda, y estaba al 80% segura de que la situación de ahora no se podía haber cambiado.
Me indicó que me sentara en el  mármol beige del lavamanos que unía una fila de cinco. La herida estaba mejor, ya ni siquiera sangraba,  pero cierto era que no quería poner muchas excusas y más cuando podía disfrutar de la compañía de un chico tan mono como Andreas. Su voz sonó entre el murmullo del agua caer en las duchas, y le miré dándole las gracias y pidiéndole nuevamente que me guiase hasta la otra residencia. Realmente no tenía porqué haber hecho ninguna de las dos cosas pero aceptó.
– No me gusta molestarte –, dije saliendo por la puerta principal dejando el bullicio de la casa de los lobos para encontrarme con los últimos rayos de sol pintando la copa de los árboles de naranja y amarillo.
– No es para nada una molestia –, dijo amablemente, caminando –, pero siento curiosidad por saber qué quieres hacer ahí.
Le observé nerviosa, y al adelantarse unos pasos admiré, intentando hacer tiempo,  su camisa a cuadros azul y sus pitillos negros. Si es que sólo el faltaba la guitarra.
– Bueno –, intenté decir –. Yo es que…
Me observaba atento pero yo no podía decir otra cosa que no fuese la verdad, todas mis ideas se habían convertido en mera porquería sin argumento y sonarían tan falsas como las uñas de Ariza.
– Entiendo –, sonrió –. Es un secreto.
– No es un secreto, pero es difícil de explicar la relación entre Bill y yo –, al instante quise no haber respondido eso, y me pareció genial la idea de no haber contestado y dejarle creer lo que quiera.
El camino se me abría hecho larguísimo de no ser por él, y tras dejarme en las puertas negras de la entrada, él se marchó perdiéndose entre los arbustos y la puerta doble de madera oscura me pareció más grande que la última vez. Toqué dos veces, esperando que no fuese Tom y pudiese hablar directamente con Bill sin que nadie supiese que había estado ni si quiera en la entrada de la casa. La puerta se abrió rápidamente y mi corazón se congeló.
– Selene, ¿qué haces aquí? –, preguntó Wanda sorprendida. Yo aún continuaba mirándola igual o más sorprendida de ver a mi tía aquí.  
– Pero, ¿y tú? –, balbuceé atónita. Ella alzó una ceja y arreglando su cabello pelirrojo salió fuera, esperando una respuesta.
– Venía a estudiar –, dije una vez más con la misma escusa. Pero si ni si quiera había traído un bolígrafo.
– ¡Tan lejos! –, añadió cruzándose de brazos y utilizando su mirada amenazadora, la cual empleaba para sus alumnos.
– Bueno, podrías decirme qué haces tú aquí  –, exigí. Colocó los brazos en jarra  y manteniendo la misma mirada me contestó que entrase.
– ¿Por qué estudias aquí y no con tus amigos? –, preguntó. Mis sienes iban a estallar y nerviosa intenté calmarme pensando en cualquier excusa. Pero mi mente volvió a atrofiarse y era incapaz de hacer una frase sin trabarme.
– Bu…bueno, ninguno de los dos podía, tenían que ocuparse de otros asuntos y física y química siempre se me ha dado mal.
– Pensaba que los notables eran buena nota –, añadió fanfarronamente. Sin excusas y con un dolor en las sienes que parecía que un taladro las estuviese penetrando, intenté evadir su respuesta con una pregunta:
– ¿Y tú qué haces aquí? –, pedí intentando no parecer ni agresiva ni poco convincente. Ella suspiró fuertemente y yendo hacia la cocina, salió con su cardigan negro colgando de su brazo y su maletín oscuro.
– Como sabrás siempre hay un profesor de guardia en cada residencia, ayer terminé mi tuno en esta. E iba a irme, pero creo que te esperaré a que termines de estudiar química –, dijo seriamente, conduciéndome a la sala de estudios, un lugar relativamente amplio y oscuro, como era de esperar, silencioso y repleto de libros y mesas en línea, en el que no había más de cinco persona.
– Te esperaré aquí, espero verte con ese estudiante en diez minutos –, ordenó ella sentándose en una de las sillas alisándose el vestido de color sinople.
Cerré la puerta doble de la sala, y con angustia subí a la segunda planta, donde esperé encontrármelo. Un pasillo desierto me esperaba, y me estremecí  por la siniestra comparación entre una residencia y la otra. Hice un además de gritar su nombre, pero me salió una especie de quejido confundible con uno de auxilio y estuviese pidiendo ayuda en vez de pedirle que viniese inmediatamente. Me armé de valor y grité su nombre que hizo eco por el pasillo. Volví a gritar más alto, esperando ver su cabeza salir por alguna de la puerta, en vez de ello me sorprendió Tom por la espalda. No me sorprendió verle, tan serio y cauto como un gato.
– ¿Y Bill? –, pregunté. Sus ojos seguían de color naranja, y mi interés por descubrir su eterno enfado aumentaba cada vez que observaba sus ojos. Sin decirme una palabra alzó la mano hacía arriba, indicándome la siguiente planta como la suya. Y tras mirarle por última vez  comprendí que no me diría más.
Subí rápidamente y le vi sentado en uno de los peldaños leyendo un libro.
– ¡Bill! –, dije. Éste alzó la cabeza para contemplarme y levantándose me preguntó qué quería con un tono un poco más amable de lo normal –. Necesito ayuda.
Quise morir en el momento en que dije eso, eran las palabras que habían abierto el trato y eran las palabras que lo activaban.
– ¿Por qué? –, preguntó mostrándome una sonrisa encantadoramente horrenda, pero a su vez se notaba un tanto confuso dándome a entender que Tom no había dicho una palabra y mi visista a la planta -1 había sido en vano.
– Tenemos que bajar a la sala de estudios, mi tía me espera, no tenía ni idea de que estaba aquí. Coge el libro de química y algo para simular que estudiamos –, añadí bajando los escalones de dos en dos rápidamente. Él se quedó parado tras mí  con cara de confusión y tras repetírselo, bajé para esperarle en el rellano de la escalera.  Tom continuaba allí, inmóvil pero sus pupilas me seguían a cada paso que daba en su dirección.
– ¿Por qué no se lo has dicho? –, pregunté mostrando mi enfado sin importarme mucho su reacción.
– Pensé que sería mejor que se lo dijeras tú –, contestó clavando sus ojos en los míos siniestramente. Aún me dolían las muñecas a causa de su agarre y el miedo retornó a mí con la imagen suya empotrándome contra el acero del ascensor amenazándome.
Sin decir nada más Tom se marchó. Bill bajó con el libro en una  mano y dos bolígrafos en el otro, y tras mirarme con mala cara bajé junto a él. Para mi sorpresa mi tía estaba esperando fuera de la sala impaciente y al verme me hizo una señal indicándome que llagaba tarde y a él lo destruyó con la mirada. Pasamos dentro de la sala, la cual estaba más vacía que antes. ¿Pero qué les pasaba a los vampiros?
Nos sentamos al fondo y ella se mantuvo en su sitio corrigiendo exámenes. Bill me observó despreocupado y  al minuto siguiente ya estaba esparramándose por la silla con pereza.
– ¿Qué querías decirme? –, preguntó como si nada, alzando las voz de manera que ella pudo escucharlo y aunque fingió que no atendía se estaba enterando de todo. Dirigí  a Bill una mirada de precaución y el sólo rodó los ojos a modo de desaprobación.
– No tengo ni idea de la ley de los gases –, solté intentando hacerlo creíble. Bill se sentó relativamente bien en la silla y yo cogiendo un papel apunté: “el señor Moore lo sabe” Los ojos de Bill se abrieron en sobremanera  y ahora si que mostraba preocupación, me miró con los ojos tan abiertos que pensé que se le saldrían de las orbitas.
– Tienes suerte –, dijo en un volumen más moderado –, se me da muy bien física y química.
Quitándome el bolígrafo bruscamente de la mano escribió: “¿cómo?”
– Bill tendrás que explicarme nuevamente la ley de Gay-Lussac –, solté arrebatándoselo. Y anoté con todo el odio acumulado saliéndome por la mano en forma de tinta: “el mismo día que quisiste probar  mi yugular” Me observó seriamente y después de unos instantes de reflexión, sonriendo divertido escribió, “no es culpa mía que te pelearas con una sirena” Agarré un lápiz, y aún éste con la sonrisa sarcástica dibujada en los labios como en un bello lienzo,  busqué su pierna con la mirada y lo clavé con todas mis fuerzas en su carne, provocándome escuchar el horrible murmullo de su piel ceder bajo la punta descastada del objeto. Hizo una mueca de dolor, que me hizo sentir tremendamente culpable, pero gocé al mismo tiempo por hacerle cambiar la expresión de su rostro. Lo extrajo con algo de esfuerzo y lo dejó caer. “¿Qué hacemos?” Escribí en el papel mirando fijamente a mi tía que llevaba corrigiendo el mismo examen de un tal John no se qué desde hacía un largo rato.
– No te voy a poder ayudar con esto, creo que mi hermano podrá ayudarnos –, dijo él. Mis ojos corrieron a encontrarse con sus pupilas melocotón. Me puse en pie dejando que mi lado rencoroso dominase y cogiendo el folio escrito por ambos y el libro, salí de la habitación tras susurrarle a ella que teníamos dudas. Bill me siguió cerrando la puerta lo más cuidadosamente que su rabia le permitía.
– ¿Pero qué demonios pretendes? –, musitó mostrándome el objeto punzante manchado de sangre. Cogí todo el aire que nuestra distancia nos permitía y mirándole con infinito desprecio vi como sus ojos volvían al color café, algo que nunca pasaba en Tom.
Y yo tenía que controlarme si no quería salir de aquí peor de lo que entré.
– Esto no sólo me perjudicará a mí, a quien van a expulsar es también a ti, necesito ayuda –, susurré con rencor. Hizo una mueca con los labios, y retirándose unos pasos, gritó el nombre de su hermano con trazos de furia en su voz, al verle  nuestras miradas le acuchillaron como a un animal recién cazado. Se aproximó hacia nosotros e hizo un gesto con la nariz. Cómo odiaba sus caras de asco, me hacían sentir como una rata maloliente.
– Él ya lo sabe –, murmuré. Los ojos de Bill no se molestaron en rotarse hacia mí. Su mandíbula estaba tensa y su pie golpeaba el suelo con impaciencia, inquietándome  espantosamente al recordarle en el lavabo de la residencia.
– ¡Para! –, dije. Su pierna se detuvo y su sonrisa sarcástica volvió a la vez que repetía el movimiento anterior, consiguiendo que mis nervios aumentasen.
– ¿Por qué quieres hablar con él? –, me quejé admirando como la oscuridad habitaba fuera de la casa. Me giré para verles a ambos, encontrándome a Bill tan cerca de mí que hasta podía  rozar mi nariz con la suya.
– Tienes que conseguir más tiempo –, indicó amenazadoramente. Le miré con una ceja alzada, por fin viendo realmente su preocupación y temor de ser echado de la escuela.
– No sabe que vampiro fue –, continuó Tom –, así que intenta no acercarte a ninguno de los dos.
Le devolví el libro de física al ver la cabeza de mi tía asomarse por la puerta, tras varios años cuidándome ya se había acostumbrado a la labor de “madre” y si antes era pesada intentado sonsacar con quien estaba o no, me temía que iba a empezar a sobornar a mis amigos para que se lo contasen ellos.
– ¿Habéis terminado? –, preguntó impaciente. Pero seguí manteniendo el contacto visual con Bill el cual había cambiado su sonrisa por una expresión digna de su hermano, y ahora era cuando realmente se parecían. La observé acercarse a mí hasta colocarse a mi altura. Y despidiéndome de ellos con un adiós y muchas gracias estrujé el folio donde habíamos escrito caminado junto a Wanda hacia la puerta, ellos se quedaron inmóviles observándonos desde el centro de la silenciosa casa y tras escuchar un lejano adiós cerré la puerta.
No me dirigió la palabra pasados un corto recorrido, donde ya la casa había sido dejada atrás y no veíamos más que árboles.
– ¿Cómo sabes por donde vamos? –, pregunté con temor, pero ella no parecía desorientada, sino todo lo contrario segura del camino que estaba tomando,  apartando delicadamente cada rama que se interponía en su camino –. ¡¿Por qué no harán un camino?! –, me quejé.
– Y dejar que cualquiera venga aquí –, habló –. Estos chicos están aún demasiado verdes, no sabrían distinguir un humano de uno de los suyos.
La observé despejar una rama, ya casi veía las luces de la entrada al gran patio y mirando mi reloj fucsia vi que no era tan tarde.
– Me gustaría hablar con el profesor de física y química –, estoy preocupada por el examen de mañana. Ella sacó su horario de su bolso negro de DKNY mientras caminábamos por el patio adoquinado; y me indicó que estaría en el departamento de física y química en la segunda planta. Antes de marcharme me agarró del brazo y dirigiéndome una mirada maternal me hablo:
  No me gustan esos chicos para ti.
Supe desde que salí que me iba a hablar de ellos y ella estaba claro que sabría mi respuesta tranquilizadora de niña buena que siempre usaba, y a la vez poco creíble, por desgracia esta vez era cierto que yo estaba en su bando. Y probablemente con tal de llevarme la contraria me diría cualquier cosa, sabía como convencerme.
– Lo sé, entiendo que no te guste Bill pero es que es tan mono –, sonreí adorablemente. Me soltó del agarre lentamente y mirándome con los ojos brillantes bajo la luna creciente me sonrió y abrazó repentinamente. Tal vez me arrepentiría de esto, pero lo que no sepa no le hará daño y antes de contarle la verdad, prefería fingir estar casada con él aún teniéndole tanto asco. Me miró a los ojos soltando una lágrima que me sentó como una apuñalada, y me dejó marchar.

   Toqué la puerta varias veces y escuché su voz alta y clara detrás de esta, al abrirla le encontré ante su portátil, probablemente escribiendo nuestro examen de mañana el cual no podía haber estudiado hoy más de una hora. Cerró el portátil rápidamente. Dando una respuesta a mí sospecha. Sorprendido se levantó de la mesa. Me senté frente a él después de cerrar la puerta. No iba a negar lo horrorosamente nerviosa que me encontraba cuando su mirada arrogante se encontró con la mía esperando a que hablase. Se peinó sus cabellos ondulados hacia atrás, y con asco le seguí contemplado. Su pelo negro parecía siempre estar sucio, y con los rizos cortos cayéndole en forma de ondas. Rara vez parecía un hombre decente,  aunque cuando lo hacía su pelo liso y su corbata iban a juego: lisa. Y su humor cambiaba notablemente de ser el profesor a quien nadie escuchaba a uno algo más animado que se atrevía a bromear.
– Sr. Moore –, musité sentándome bien pegando mi espalda al asiento –, vengo a pedirle que alargue esto a más de una semana.
Se mantuvo con la misma expresión, seria y calmada sin transmitir mucho más que cuando le vi al entrar.
– ¿Tiempo? ¿Cuánto tiempo necesita en decidirse por su vida señorita Russel?
– Bastante más que una semana –, contesté decidida, aún sabiendo que su frase era bastante convincente y dura de escuchar  –, necesito meditar, tiempo. Insisto en que no veo justo la expulsión de ninguno de los dos y queremos estar seguros de lo que vamos ha hacer y como.
– Está bien, supongo que es justo, pero no se retrace, no me importa expulsarles a ambos del centro.
Me levanté de la silla clavando mis uñas en la palma de mi mano, sin comprender porqué esa obsesión por vernos fuera de Wilmington High School;  por un lado quería quitarme ese peso de encima, el saber que Bill puede dominarme cuando quisiera, el tener derecho a hacerme daño, por el otro no quería actuar poniendo en peligro también a Bill. ¿Pero porqué le protejo? Si también tiene la culpa.
Un escalofrío recorrió mi nuca al salir del departamento, el sonido de un pedazo de manzana siendo mordido me sobrecogió y su figura se dibujó bajo la iluminación del pasillo.
– Hola –, habló animadamente. Le saludé nerviosa con la mano, y comencé a caminar alterada por el pasillo –. ¿Puedo acompañarte?
Me giré para verle a mi lado, colocando su cabello rubio y con una manzana sin morder en ofrecimiento, la agarré con cuidado de no tocarle y él hizo una mueca confundible con una sonrisa.
– ¿De donde sacas tantas manzanas? –, pregunté intrigada andando junto a él que no dejaba de mirarme como un niño curioso admirando unos fuegos artificiales.
– Hay un árbol, bastante alejado de la escuela en una cima donde puedes ver unos bonitos atardeceres –, dijo. Sentí por su tono que acababa de revelarme un gran secreto –. Es bastante lejos, pero estaré encantado de compartirlas contigo.
Y tras pegarle un mordisco a la manzana y degustar el dulzor de ésta pensé que valdría la pena caminar para ver ese manzano y también lugar secreto del chico raro del colegio.
Salimos del edificio central, para entonces ya muerta de sueño fui a despedirme de él pero este me siguió.
Y algo avergonzada le sonreí intentado que dejase de seguirme. Abrió la puerta con amabilidad y yo pasé esperando que se fuera pero él entró conmigo y mi corazón latió a un ritmo espeluznante.
– Gustav –, hablé. Sus ojos rojos me miraron y los miré hipnotizada por el extraño color que mostraban.
– ¿Vendrás conmigo algún día? –, mencionó. Le miré nerviosamente, dándole un mordisco a la manzana.
– No sé –, dije aún masticando la fruta con angustia. Él volvió a hacer esa mueca, y entendí que era su forma de sonreír. Caminó escaleras arriba y yo le seguí con sorpresa escaleras arriba hasta mi planta.
– ¿Pero a dónde vas? –, musité sabiendo que a esta hora todos dormían.
– A mi habitación –, dijo. Y vi como abría la puerta izquierda a la de Robbie y yo. Él entró, y mi cara de alelamiento fue suprema al saber a quien tendría que ver cada mañana al salir siendo consientes del temor que sentía hacia esos ojos rojos.



Nota de la autora: Sobre el capítulo diré que no tiene el final más interesante, y por los comentarios que leí pensaron que iba a haber una continuación después de que Selene le contase aquello a Tom, pero no le vi mucho partido a la esa escena y decidí saltármelo para ir a la escena del bosque. 
Sé que tenía que subir capítulo ayer, pero me retrasé en la corrección del capítulo y además no sabía si sería mejor el martes, bueno, para que retrasarlo más, el próximo domingo no estaré aquí y no habrá capítulo, lo bueno es que el próximo capítulo será uno de los mejores, o eso creo yo, aún no lo he escrito. Pero el planteamiento que tiene me ha gustado y llevo mucho deseando escribirlo. Espero vuestra opinión. 

3 comentarios:

  1. Ha estado muy interesante, todo este asunto de salvar a Bill, y toda la intriga de Gustav, enganchan. Estoy deseando leer ese capitulo que tanto te entusiasme, seguro que vale la pena.

    Hasta pronto!!

    ResponderEliminar
  2. ¡Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!

    Muy bueno!

    unqe me enrede con todo eso de los kaulitz y Tom, pero despues me quedo mas claro.


    ¡Yo quiero una manzana!


    cada q las mencionan, se me hace agua la boca!

    Espero ese capitulo q te gusta tanto!


    Buen capi

    Besos!

    S.K

    ResponderEliminar
  3. Ñam Ñam!! que exigente te me has hecho con los finales ¬¬

    ResponderEliminar



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...